Tras largo período de altas temperaturas que caracterizaron un clima fuera de lo normal, empiezan las lluvias en el territorio nacional. Las expectativas del caso mantuvieron enorme interés, referente al fenómeno del Niño, con mayor énfasis, situación que agudiza en demasía, junto a pronósticos recurrentes, una actitud de alarma, por lo visto.
Las puertas epocales a partir del momento en mención, abiertas de par en par sus bandas, darán en consecuencia la bienvenida a la presencia cotidiana lluviosa a efecto que cuadren las cosas. Ante cualquier desequilibrio climático, la población come ansias y se da a la tarea de asumir roles que denotan montos en línea siempre pesimista no hay duda.
De suyo los habitantes del país están propensos a mostrarse orillados a la crisis por diversa situación, debido a ser susceptibles en gran medida. Vista de ser atribuida a la paranoia; como están ocurriendo eventos naturales de foco descomunal, con saldos asombrosos, destructivos y arrasantes, eso mismo causa en el acto una verdadera psicosis.
La realidad tampoco es ajena a mostrar las espaldas a estos fenómenos de calificativo trágico. Todo tiene indicadores evidentes y fuera de serie, conformados en condición perjudicial. Por lo tanto resulta, inclusive, imposible que gane espacios la calma, tranquilidad y confianza entre la población, de por sí angustias hasta las cachas más y más.
Es de lo negado que la presencia lluviosa satisface el plural deseo de todos los connacionales, máxime tocante a quienes radican en el «Corredor Seco». La esperanza tendrá vivo color de vida, salud y mejoría pintada en el muro de la existencia para los agricultores, sean estos en fuerte escala, como también en beneficio de los considerados de poco monta.
Es la época propicia con el fondo húmedo de la liquidez caída de arriba, de igual manera para que sea sembrada el sagrado maíz, de quien el laureado poeta doctor Werner Ovalle López, hizo su apología. El aprestamiento respectivo ya podrán tener un pulso victorioso entre los campesinos, sus genuinos productores, en medio de tantas inclemencias del tiempo.
Los surcos marcados con fe y entusiasmo en la tierra fecunda, poco después exhibirán como las simientes proporcionarán el excelente satisfactor de muchísima demanda. Por cuanto viene a representar la base primordial de la dieta alimentaria popular de millares y millares de guatemaltecos de condiciones sociales similares, a no dudar, a un emblemático abanico.
Sin embargo, se mueve, profirió Arquímides frente al cadalso con denuedo y valor, el inicio de las lluvias trae consigo en cadena y tropel invariable una cauda de cosas adversas. Mismas que debido a las vulnerabilidad territorial de inmediato provocan derrumbes, desbordamiento de ríos, peligroso oleaje marítimo. Pérdida de vida humanas y animales, viviendas y caos vial.
En torno a este gigantesco problema global, los seres humanos ponen a prueba su fortaleza y temple, a fin de superar tales condiciones y la de los suyos, luchan a brazo partido, dispuestos a vencer al infortunio. Entidades gubernamentales – cuando asoman- hacen algo, con miras a llevar a cabo sino al cien por ciento la ayuda urgente y necesarial.
El planeta Tierra evidencia ya un SOS, desatendido por la irresponsabilidad de los habitantes que en forma desaprensiva aumentan actitudes en su contra. Ven los efectos en menoscabo de nuestro habitat, pero no cejan de proseguir con una explotación de sus recursos. No toman en cuenta para nada, cuando es patético y caótico el estado que presenta.
A sabiendas que inició la época anual de lluvias, conviene reconocer y entender las luces rojas emitidas por la Tierra. Respecto a lo nuestro, sale a colación el hecho innegable de que no estamos preparados. Queda al desnudo, entonces, la penosa vulnerabilidad apoderada del país en sus diversos puntos cardinales, merecedores de atención antes que sea tarde.