Scotland Yard lo detuvieron en octubre de 1998 en una clínica, y es en esta ciudad donde han corrido las únicas lágrimas vertidas por el fallecido tirano.
Las lágrimas por el hombre que dirigió Chile con mano férrea entre 1973 y 1990 fueron de la mujer que dirigió Gran Bretaña con guantes de hierro: Margaret Thatcher, la legendaria Dama de Hierro, que consideraba al ex dictador como su amigo.
La ex primera ministra británica está «profundamente triste» por la muerte del general Pinochet, anunció el domingo su portavoz, que indicó que Thatcher enviaría su «más profundo pésame» a la viuda del ex dictador y a su familia.
Thatcher –que tomaba el té con Pinochet en la residencia del condado de Surrey donde permaneció bajo arresto domiciliario durante 16 meses, tras la orden de arresto internacional cursada por el juez español Baltasar Garzón– fue también quien expresó más alborozo por la decisión del entonces ministro británico de Interior, Jack Straw, de no autorizar su extradición.
Los activistas británicos en pro de los derechos humanos, muchos de los cuales participaron en las numerosas marchas de protesta en Londres contra Pinochet, tras el golpe y tras su arresto, expresaron también su pesar, pero sólo porque Pinochet muriera sin responder de sus crímenes ante la justicia.
«Su muerte nos roba un juicio justo y la retribución por sus víctimas», declaró el abogado Geoffrey Robertson. «No creo que vaya al cielo», añadió.
La organización Amnistía Internacional (AI), con sede en Londres, aprovechó también la muerte del dictador para llamar la atención a Chile y los gobiernos de todo el mundo sobre la «importancia de tener una justicia rápida para los crímenes por derechos humanos, algo que Pinochet evitó».
«Su muerte no debe ser el fin de esta historia», afirmó AI, que urgió al gobierno de Chile a declarar nula la ley de amnistía y a «proceder a investigar y procesar a todas las demás personas implicadas en los miles de casos de desaparecimientos, torturas y ejecuciones durante la dictadura de Pinochet».
Las «familias y los supervivientes necesitan saber qué pasó, necesitan justicia», destacó la organización de defensa de los derechos humanos.
Asimismo, una fundación británica de apoyo a las víctimas de torturas declaró que la muerte del dictador no debe poner fin a la lucha para que los culpables respondan ante la justicia.
«Los hombres y mujeres que sufren aún física y psicológicamente por las torturas a las que fueron sometidos (…) merecen que los responsables sean llevado a la justicia», declaró Leanne MacMillan, de esta organización, que presentó en los tribunales británicos más de 60 casos en apoyo del pedido de extradición de Pinochet, en nombre de víctimas del régimen refugiadas en este país.
Por su parte, el diputado del partido Laborista Jeremy Corbyn expresó su descontento porque «Pinochet murió tranquilamente, con su familia alrededor de él, en el confort y habiendo evadido ser llevado ante la justicia», mientras «miles de familias en Chile y en todo el mundo están todavía preguntándose qué ocurrió con sus seres queridos».
El diputado laborista reiteró sus reproches a Jack Straw, quien es ahora el responsable de Relaciones del partido laborista con el Parlamento, por no haber extraditado a Pinochet en 2000.
Pero el ex ministro del Interior y de Relaciones Exteriores de Tony Blair justificó su decisión de dejar partir al dictador a Chile en lugar de extraditarlo.
«Durante el procedimiento de extradición del general Pinochet, como en todos los casos de extradición, hice lo mejor posible para asegurarme de que todas las decisiones eran, con toda claridad, conformes a mis obligaciones legales», indicó Straw.
«Sobre esa base fue detenido durante 16 meses y sólo fue liberado a la vista de las pruebas médicas de su incapacidad para ser juzgado. Es así como el proceso de detención durante largos meses antes de su vuelta a Chile permitió a la nación chilena librarse de su herencia y cambiar la cara de la política chilena», alegó Straw.