Empezar perdiendo


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Recuerdo a un profesor que tuve en primaria que, al iniciar un ciclo escolar y con el objetivo de motivarnos, nos dio la siguiente lección: “Aprovechen el tiempo; ahora, al empezar el año, ustedes tienen un cien de nota, pero por cada tarea que no realicen, cada lección que no estudien, cada día que ustedes se ausenten, esa nota les va a ir bajando. Así que procuren mantener ese cien, para que a fin de año no estén en penas por perder o ganar raspaditos”.

Mario Cordero Ávila
mcordero@lahora.com.gt


Los cambios de ciclo, ciertamente, nos sirven para empezar con fuerzas renovadas, y aunque nos haya ido de la pura patada en el ciclo anterior, se nos vuelven las fuerzas para empezar de nuevo, como que hubiera habido un borrón y cuenta nueva, y que las oportunidades se abren y que las ganas nos invaden otra vez.

Como en un nuevo ciclo escolar, sentimos como que la vida se inicia como un cuaderno sin usar, y que podemos reescribir nuestra historia.

Sin embargo, para ser sinceros, entre la noche del 31 de diciembre y el amanecer del 1 de enero no ocurre nada mágico, ni el hada madrina de la Cenicienta vino a decirnos las palabras adecuadas ni a tocarnos con su varita para hacer que todo cambie. Al contrario, seguramente amanecimos desvelados, con malestar estomacal y, los más osados, hasta de “goma”.

Entonces, esa imagen de mi profesor de iniciar con “100 puntos” se vuelve una carga pesada, porque no se trata de ir ganando confianza, de obtener más, sino al contrario de estar preocupados porque difícilmente se mantendrá esa nota, y en cambio se van perdiendo los puntos. Empezamos el año perdiendo, y poco a poco nos vamos preocupando porque cada vez la nota es menos.

En enero se empieza con enjundia, pero para muchos es puro arranque de macho viejo, y por allí de febrero o marzo, a más tardar abril, los propósitos de Año Nuevo se quedaron guardados junto con el arbolito de Navidad, en una caja que se queda en el olvido, guardando polvo todo el año.

Como decía, el cambio de ciclo, en realidad, no representa nada en especial. Excepto las ganas de poder empezar de nuevo. Pero ya lo pasamos nosotros con el recién finalizado B’aktún, en que apenas se logró comercializar un poco del lado turístico, pero de eso a que haya habido intenciones reales de cambio social, de eso no hubo nada. El 21 de diciembre no hubo nada mágico (ni siquiera el cambio de polos magnéticos que defendieron a ultranza algunos “intelectuales” mayas, como que era uno de los cambios físicos que habría).

Desde la óptica de la lección que quiso enseñarnos ese profesor de mi infancia, empezamos para ir perdiendo, preocupados por el desgaste. En cambio, creo que nuestra visión, en países con mucho por hacer como el nuestro, debería ser de empezar para ganar, porque en realidad no tenemos casi nada.