Como quien no dice nada, ayer el gobierno del Partido Patriota cumplió ya su primer mes completo de gestión en lo que apenas si es una muestra de cuán rápido se pasa el tiempo y lo poco que abunda cuando hay tanto que hacer. Guatemala es un país que ha venido dando tumbos en una soñada transición a la democracia desde que se aprobó la Constitución en 1985 y luego de los gobiernos civiles de Cerezo, Serrano, De León Carpio, Arzú, Portillo, Berger y Colom, un general del Ejército que cumplió con el mandato de estar fuera de la institución armada por cinco años, fue electo como Presidente de la República, en lo que tiene que interpretarse de alguna manera como evidencia del fracaso de la clase política en la gestión pública.
Aparte de que todos los partidos que han ganado elecciones han sufrido tal deterioro que terminan por desaparecer o languidecen hasta no tener ningún peso, hay demasiadas evidencias del fracaso de sus gestiones en el más amplio sentido. Y ahora tenemos un gobierno dirigido por un militar con experiencia en el ejercicio del poder por la influencia que llegó a tener durante la administración de Ramiro de León Carpio y en este mes, por lo menos, hemos visto que esa cualidad ha servido para no dar los acostumbrados palos de ciego.
Pero de todos modos la estructura política del país se ha evidenciado como un serio obstáculo para cualquier esfuerzo transformador porque desgraciadamente las instituciones no están diseñadas para funcionar en la búsqueda del bien común, sino que lo están para alentar y favorecer el tráfico de influencias y la corrupción.
Por ello es que el reto más grande que encara este gobierno, y que debe haber sido comprobado sin lugar a dudas por el general Pérez Molina y sus colaboradores bien intencionados, es el de plantear cambios de fondo en la forma en que se ejecuta la administración pública en busca de un fortalecimiento institucional para evitar que las debilidades en ese campo sean el arca abierta que hasta la fecha ha funcionado a las mil maravillas para el saqueo del erario.
En este mes han podido aquilatar el estado de la situación de las instituciones nacionales como para darse cuenta de que no basta con aplicar una mano de pintura para cambiarlas, sino que se imponen esfuerzos de verdadera reingeniería social y política y para ello hay que lograr la participación de todos los sectores a fin de que pueda contrarrestarse el enorme poder que han acumulado los sectores comprometidos con el juego de la corrupción. A partir de este mes, la lectura del panorama es más clara, sin duda, y el reto se presenta mucho mayor.
Minutero:
El destino nacional
sigue pintando muy mal;
entre tanta corrupción
difícil es la solución