DESDE LA REDACCIí“N
Ya pasó la algarabía, pompas y cohetes de la Nochebuena y Año Nuevo. El ambiente ya dejó de oler a pino, tamal y ponche, y a menos que se gane la lotería, la felicidad merma al despertarse de nuevo a la realidad de enero. Las calles ya están otra vez ocupadas por los vehículos que, bómper a bómper, sucumben ante los embotellamientos del inicio del ciclo escolar. Sólo faltan los Reyes y que nos de su bendición el Cristo Negro para terminar de arrancar en este nuevo año. Volver a pensar cómo sobrevivir en este país cada vez más violento, desmotivado y contaminado.
Es el momento de revisar la lista de los errores, desde los más pequeños hasta los más extraordinarios y buscar el camino para salir de ese agujero. Los propósitos son eso: ofrecerse para lograr cambios que generen satisfacción y confianza no sólo en uno mismo sino en el entorno. Siempre se puede comenzar de nuevo, y valga la pena decirlo, comenzar de nuevo en un reconocimiento de incapacidad y reparar el rumbo justo en el momento preciso.
Si el año pasado no fue bueno, este será distinto. Y en los pasillos del Gobierno hay gente que le va quedando menos tiempo si es que pretenden dejar un legado al país. Alguien dijo que todo se perdona en el primer año de gestión, porque es cuando los nuevos administradores hacen una limpieza en la casa y reordenan los programas existentes e intentan implementar los propios. Además trabajan con el presupuesto heredado, que como siempre sucede tiene una dedicatoria de recortes que pone en aprietos la ejecución de obras y proyectos. Pero este año, la cosa será distinta, pues ya el mismo Gabinete organizó ya sus propias fichas del juego y será cuando, en teoría, le comenzarán a ver las obras reales y tangibles.
Ya lo ha manifestado la población, y es que la seguridad ha sido el talón de Aquiles en un país desmotivado en todos los aspectos. Un guatemalteco promedio se levanta cada mañana sin una certeza que terminará su día, si bien le va, con una sonrisa dibujada en el rostro, o en su defecto en una ataúd rodeado de sus familiares. La confianza tiene un sabor amargo en este país. Es difícil creer ya hasta en sí mismo, y cuando el ambiente es hostil, el precio de la vida se desacelera, tanto como los incentivos para desarrollarse.
Si en algún momento el Presidente supo la fórmula para devolverle la tranquilidad a la población desde que era candidato, ahora se dio cuenta que no era la adecuada, y deberá buscar entre sus ases bajo la manga el mecanismo «inteligente» para demostrar que siempre tuvo la razón. Ya confesó que fue incapaz en sus primeros cien días, tal como lo había prometido, y que se ha recrudecido la violencia en proporciones inéditas.
Hay una fotografía captada por nuestro compañero José Orozco ayer que podría ser un buen símbolo de lo que hay que hacer en los meses que vienen. Los vendedores de la Sexta limpiando la suciedad de los días caóticos de la temporada navideña para no dejar huella de esos días, todo para volver a comenzar de nuevo, como si fuese desde cero, en el mismo lugar. Esto se puede hacer, siempre que haya voluntad y algo más para hacerlo. Ya veremos cómo nos va.
POR ESWIN QUIí‘í“NEZ
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