Concluido el receso más largo del año en cuanto al desempeño gubernamental, productivo y hasta financiero, estamos de vuelta. Ya se ha iniciado la atención, que es necesaria y urgente contar con ella en verdadera situación de alerta, al proceso elecciones que en primera vuelta habrán de verificarse el próximo 9 de septiembre.
Las encuestas, con variantes porcentuales, nos señalan al que por ahora despunta en el liderazgo de la intención de voto: al ingeniero ílvaro Colom; y éstas también son coincidentes en los seguidores inmediatos, el general Otto Pérez, el Dr. Alejandro Giammattei y la Premio Nobel, Rigoberta Menchú.
Lo usual va a ser referirse a estos aspirantes, quizás en ese mismo orden, durante un buen tiempo, señalando cómo unos se aproximan a otros y de pronto, resaltando cuán próximo se encuentra uno de ellos de quien encabeza el listado.
Estas elecciones, las «alegres elecciones» como fueran llamadas por el Dr. Arévalo (q.e.p.d.), están matizadas de múltiples complejidades. El primer gran reto de la totalidad de los aspirantes gira alrededor de una verdadera motivación y persuasión a los electores para participar en estos comicios. Las previsiones del caso apuntan a un abrumador abstencionismo. Y eso no únicamente es complicado, sino peligroso. Otra complejidad será lo relativo a la participación de aspirantes en los ámbitos municipales y departamentales o de distrito para alcaldes, síndicos, concejales y, de diputaciones.
La pérdida de presencia del Estado se ha acentuado y ahora un peligro mayor se circunscribe a la asunción del poder público de facciones criminales y delincuenciales. Justo hay que recordar que este menoscabo de la presencia del Estado se inició con mucho énfasis a partir del 14 de enero de 1996, cuando asumiera ílvaro Arzú, el ahora flamante alcalde que «carece» de contendientes. Esa es, en consecuencia, una complejidad muy difícil de superar, pues a partir de entonces, en estos últimos once años, los sucesivos gobiernos de un modo u otro continuaron la erosión del Estado hasta el momento actual, ampliamente calificado como de «Estado fallido».
Ya están mencionando algunos de los aspirantes los «ejes» de su programa de gobierno. Eso es bueno, aunque insuficiente. Pero habrá tiempo para que expliquen y contesten el cómo, cuándo, con qué, quiénes y dónde, habrán de iniciar y concretar las aspiraciones de hacerse de la voluntad popular y para impulsar sus «ejes» de trabajo. Tales explicaciones tendrán que ser en lenguaje sencillo, pero convincente. Con datos, pero sin caer en econométricas explicaciones. Esos valladares serán auxiliados con las técnicas mercadológicas, pero mucho del peso en cuanto a convicción y firmeza comunicativa recaerá en cada aspirante y sus dotes y/o limitaciones propias.
Como estamos empezando, habremos de continuar en el análisis del que será sin duda, el cambiante escenario político electoral de este año. Continuará.