Emilio y la amistad


En Cuba, los fragmentos dispersos de la lucha y la amistad se unen en su imán. No la he dejado de imaginar luminosa, intensa, irrepetible. El sol que reverbera en nuestras ansias allá se convierte en ojos del peregrino que sueña con todas las respuestas. Mi hija Eugenia encontró una libertad de la que no goza en Guatemala, pues aquí­ vive encadenada a los miedos que nos persiguen con cotidiana insistencia. Su tierno corazón se abrió a un trópico mágico, donde tuvo la revelación que Cuba es el ejemplo mejor cumplido de la solidaridad como sistema. La imagen que Eugenia llevaba, cambió completamente. No quise prevenirla, pues ya es tiempo que descubra el mundo por sí­ misma.

Marco Vinicio Mejí­a

A nuestro lado siempre estuvo un cubano excepcional, de inteligencia singular, quien nos mostró el horizonte ancho y pleno de su hermosa patria. Es el aspecto humano el que ha sido dejado de lado al considerar la hermosura de una sociedad basada en la igualdad. La sinceridad de Emilio Pevida Pupo es acompañada por el desinterés y el amor por la familia, el mejor germen de lo propio, pues, ante todo, nuestros hijos son la verdadera patria.

Emilio es un auténtico combatiente, en todos los terrenos, dueño de una sana discreción, siempre dispuesto a velar por el bienestar de los demás antes que preocuparse por su conveniencia personal. En él encontramos las virtudes de la familia cubana, que sabe sobrellevar las limitaciones impuestas por el bloqueo de Estados Unidos, y no deja de sonreí­r. Para los prisioneros del consumismo, Cuba es un lugar de privaciones, pero, allí­ sólo falta lo prescindible, lo superficial. Quienes odian más y conocen menos pueden resaltar las inevitables carencias materiales, pero no advierten que abundan los logros sociales.

Emilio y su familia nos demostraron que cultivar y abonar una relación sincera de amistad, es una necesidad suprema. Una relación humana entre dos seres depende de muchos poquitos, de puntos de contacto para hacer posible tal acercamiento. Dice el refrán popular: «Los hermanos los da la naturaleza, pero los amigos uno los selecciona» y yo añadirí­a, los fertiliza. Si en Guatemala ahora es difí­cil vislumbrar una amistad sincera, esto tal vez se deba a las inseguridades. Las lágrimas de profunda emoción de mi hija me enseñaron que cuando la amistad toca a la puerta, se arde en deseos de abonarla. Muchas veces los amigos dan muestras de ese sentido de la vida, más de las que merecemos.

En Cuba, la familia Pevida nos dio una amistad verdadera, esa que no pide nada a cambio, la que existe en los momentos de desgracia personal o colectiva. La que lleva a jugarse la vida por el prójimo, y entregarse sin miramientos. La vida es tan corta, hay tanto que hacer, que no hacerlo es perderla. Bien lo dice Benedetti: «Con tu puedo y con mi quiero, vamos juntos compañero».

José Martí­ encumbró la palabra «amigo» en la máxima expresión poética, cuando escribió en sus Versos Sencillos: «Tiene el señor presidente / Un jardí­n con una fuente, / Y un tesoro en oro y trigo: / Tengo más, tengo un amigo». Salud, Emilio, para vos y los tuyos. Que esta botella tirada al mar llegue a las playas de tu hogar y de tu patria ejemplar.