Policías vestidos de negro, ametralladora en mano, ingresaron a un barrio pobre de calles angostas, llenas de casuchas de madera y edificios de cemento que se vienen abajo en la capital jamaiquina. Como siempre, buscaban a prófugos de la justicia, drogas y armas. Pero también tenían otro objetivo.
Los agentes se abalanzaron sobre murales y grafitis que endiosan a los líderes del violento bajo mundo jamaiquino. Con rollos y pintura, borraron las imágenes de los capos de la mafia local, a quienes los residentes de las barriadas pobres consideran unas especies de Robin Hood modernos. También borraron murales de figuras menos conocidas fallecidas.
Ante la mirada de jóvenes con el pecho descubierto, los agentes intentaban combatir una cultura de impunidad que caracteriza estas zonas desde hace décadas. En «slums», o barrios pobres, de toda Jamaica, pero sobre todo en los de West Kingston, artistas del aerosol reflejan en los muros la influencia de las bandas dedicadas al tráfico de droga y a la extorción que dan a Jamaica un alto índice de criminalidad.
Desde el 2009, el año más sangriento de que se tenga registro, los toques de queda en los sectores más peligrosos y una intensa campaña policial han reducido las tasas de homicidio. De todos modos, esta isla de 2,7 millones de habitantes ha registrado más de mil asesinatos anuales desde el 2004, lo que le da una de las tasas de homicidios más altas del hemisferio.
En años recientes, el gobierno ha acentuado su presencia en slums como West Kingston y las pintadas sobre los murales son parte de ese esfuerzo. La batalla contra los pandilleros comenzó cuando las fuerzas de seguridad mataron a al menos 76 civiles en un asedio ocurrido en el 2010, buscando al capo de la banda Shower Posse Christopher «Dudus» Coke, quien parecía intocable hasta que Estados Unidos exigió su extradición.
Más de tres años después, no obstante, muchos residentes de West Kingston consideran a los capos figuras relevantes de la cultura de esas barriadas y hablan de ellos con reverencia. Se quejan de que las autoridades tratan de hacer desaparecer la historia pintando encima de murales que fueron hechos por encargo de los mafiosos.
«Estas pinturas son parte de nuestra memoria. Los capos han sido una parte importante de la vida de estos barrios. El que vengan y desparramen un poco de pintura no va a hacer que cambien nuestras tradiciones», expresó Patrick Jemson, residente de Tivoli Gardens, bastión de Shower Posse.
El mafioso tal vez más venerado en las calles de las barriadas es el padre de Coke, Lester Lloyd Coke, más conocido como Jim Brown, a cuya banda se le atribuyen 1.400 asesinatos en la costa este de Estados Unidos, según el FBI. Uno de los pocos murales que quedan de Brown se encuentra junto a un negocio de venta de ataúdes en la violenta barriada de Denham Town. Debajo de su rostro, un artista local pintó la inscripción «don of dons», o capo de capos.
«Era un capo de talla mundial», sostuvo un adolescente que se identificó únicamente como Oneil mientras miraba el mural.
Mafiosos poderosos, con conexiones políticas, mandan en los slums de West Kingston, que son usados por los líderes políticos en las elecciones, durante las cuales envían matones a los centros de votación para intimidar a la gente de modo tal que vote por determinado candidato. Los capos imponían disciplina por la fuerza al tiempo que ofrecían alimentos a las familias necesitadas y les pagaban pensiones a los familiares de sus «soldados» caídos.
El jefe policial Steve McGreggor, a cargo de la unidad de West Kingston, dijo que la cultura está cambiando y prometió borrar hasta la última imagen que endiosa a los mafiosos.
«Le he advertido a la gente que si cualquiera de estas comunidades vuelve a colocar estas imágenes sentirán la fuerza de la policía», dijo McGreggor.
Agregó que alentará a los residentes a que en lugar de esas imágenes coloquen otras de estudiantes o deportistas ejemplares. O la suya propia.
Rivke Jaffe, antropólogo de la Universidad de Leiden, Holanda, que ha estudiado a fondo el tema de las bandas de Kingston, dijo que los murales son apenas una de las formas en que se legitimiza la autoridad de los capos en los slums.
«Buena parte de su autoridad deriva de lo que le dan a los residentes, que el estado no les da», expresó Jaffe en un correo electrónico.
En los Tivoli Gardens, el obrero desempleado Ernest Rennie dijo que la desaparición de los murales no cambiará nada si el gobierno no ofrece más servicios y oportunidades a los residentes de los slums, donde abunda el desempleo.
«El gobierno jamás fue justo con la gente de aquí, y eso lo saben los viejos y los jóvenes», declaró Rennie, parado en una acera. «Ahora que Dudus no está, las cosas son más duras».