Elevar el nivel


Editorial_LH

Objetivamente hablando, la composición del Tribunal Supremo Electoral ha venido de más a menos desde que ese órgano rector del sistema electoral y de partidos políticos quedó instituido en 1983, antes de la elección de la Asamblea Nacional Constituyente, y fuera consagrado precisamente en la Constitución Política promulgada en 1985. Desde que en el Consejo de Estado integrado en el gobierno de Ríos Montt, se planteó la necesidad de un tribunal autónomo para dirigir todo en materia electoral, se pensó en que una Comisión de Postulación integrada por el mundo académico, haría la mejor selección de los candidatos y, al principio, así funcionó efectivamente.


Se logró conformar un Tribunal Supremo Electoral con magistrados de enorme prestigio profesional y personal, lo que dio un especial aliento al inicio del proceso democrático tras el golpe de Estado que encumbró a Ríos Montt en el poder, primero, y luego a Mejía Víctores. La integración de la Constituyente y la elección del primer Gobierno de la era democrática transcurrieron en medio de elevados niveles de confianza de la ciudadanía por la calidad e integridad de los magistrados, quienes además supieron conformar equipos técnicos y administrativos de alta calidad y enorme compromiso con la aplicación de la ley.
 
 Poco a poco los procesos de postulación se fueron prostituyendo porque el mundo académico quedó contaminado con la carga que implica conformar comisiones postuladoras sujetas a enormes presiones y mayores intereses sectarios, muchas veces de grupos de poder oculto que pretenden mantener tras bastidores el control de la institucionalidad del país. Y el Tribunal Supremo Electoral ha pagado las consecuencias de esa politización y de ese manoseo de los gremios y las universidades encargados de integrar las comisiones.
 
 Sin que pueda achacarse directamente a los integrantes del TSE en los últimos períodos, sino más bien responsabilidad de quienes postularon candidatos no idóneos, el hecho cierto es que hoy en día el prestigio, el nivel de autoridad moral y la solvencia del Tribunal Supremo Electoral dista mucho del que llegó a tener en sus inicios, en aquellos remotos días de transición hacia la democracia en las postrimerías de los regímenes militares.
 
 Creemos indispensable que ahora, un día después de haber sido juramentada la Comisión de Postulación, se apele al patriotismo de quienes la conforman para abandonar cualquier compromiso previo y rechazar interferencias malsanas, a fin de escoger a lo mejor del foro nacional, a los profesionales más solventes y respetados, en busca de rescatar a una institución fundamental para consolidar nuestro sistema político.

Minutero:
Para que sea supremo realmente, 
el Tribunal Electoral 
debe integrarse con gente 
honesta a carta cabal