Elena


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Solí­a pensar que era normal. í‰l llegaba tarde a casa, cada vez más tarde. En ocasiones su aliento a alcohol hubiera sido suficiente para iluminar La Reforma con un fosforazo. Llegaba y se lanzaba a la cama a roncar espantosamente imposibilitándole dormir. Algunas veces pese a lo tarde llegaba pidiendo comida y luego “amor”, faltaba más.

Claudia Navas Dangel
cnavasdangel@yahoo.es

 


Una noche no llegó. Esto se repitió. Primero dio excusas, luego nada, para qué, era evidente. Ante las lágrimas primero y luego los reclamos respondí­a con gritos, más tarde con golpes. Soportó muchos años, demasiados, hasta que una madruga el sonido del teléfono la despertó.

Llegó temblorosa a la morgue. Era él, no habí­a duda. Le habí­an pegado un tiro en un putero barato. Realizó los trámites que la ley indica y luego los que la costumbre marca. Se vistió de negro y llevó el atuendo que lo acompañarí­a hasta que su cuerpo podrido y engusanado la destruyera.

Al sepelio asistieron también las otras, varias. Los hijos, con otras. Aun así­ pensó que era normal. Años después su hija tocó la puerta a medianoche y llorando le dijo: lo dejo. A través de ella entendió que todo lo narrado no era normal. Tampoco lo era cuando se reí­a de sus equivocaciones, cuando le impedí­a maquillarse, ponerse un pantalón tallado o no asistir a las reuniones de exalumnas del colegio.

No era normal que mientras ella hablara la ignorara, no era natural que la forzara a tener relaciones cuando no querí­a, cuando casi daba a luz y luego de aquella apendicitis.

No era normal que le regateara el gasto, que criticara su comida, la limpieza de la casa y el cuidado de los hijos. Lo supo muy tarde.

Cada dí­a que pasaba la violencia aumentaba, todo eso lo era. Por eso su hija no soportó el primer grito y regresó a su casa. Lamentablemente muchas mujeres que crecen en hogares así­, tal y como Elena lo ven natural y callan y soportan.

Se le va a pasar. Hay que respetar los sacramentos. Es por los hijos. Que van a decir los tí­os. Patrañas. La sociedad impone y descompone, la sociedad amansa y restringe y muchas mujeres callan, soportan y a veces mueren. La violencia no es normal, no es natural y no se esfuma. No más violencia hacia las mujeres.