El presidente costarricense Oscar Arias, uno de los centroamericanos con mayor prestigio en el mundo, cosecha admiración pero también recelo en su país, por lo que las elecciones de este domingo serán una suerte de referéndum sobre su gestión, estiman analistas.
En Costa Rica todos parecen tener una opinión tajante –a favor o en contra– sobre el dos veces presidente y ganador del Premio Nobel de la Paz por sus esfuerzos para pacificar Centroamérica en los años 80, quien entregará el gobierno el 8 de mayo al vencedor de los comicios.
La ley le impide buscar la reelección, y aun cuando dejará el poder su influencia es incuestionable.
Los costarricenses no hablan de Arias, sino de «los Arias», en alusión al mandatario y a su hermano Rodrigo, el influyente ministro de la Presidencia, quienes conforman una complementada dupla que ha dirigido en dos ocasiones los destinos del país (1986-1990 y 2006-2010).
Rodrigo ha anticipado que buscará la Presidencia en los comicios de 2014, con lo que el próximo cuatrienio podría ser sólo un receso en el gobierno de lo Arias, estiman observadores.
«Hay una repartición del trabajo entre los dos, uno (Oscar) es el estratega e ideólogo y el otro (Rodrigo) el operador político», explica el analista y académico Constantino Urcuyo.
«A pesar de los diferentes papeles, hay un proyecto conjunto que es un proyecto concentrador de poder», concluyó.
Los Arias han ido concentrando poder al colocar adeptos en puestos claves en los diferentes órganos del Estado y vincularse a grandes grupos económicos, dicen sus críticos. Además son acusados de ser proclives a los secretos y reacios a rendir cuentas de sus actos.
«Con mito o sin mito hay un peso enorme en las manos de esos dos señores y existe la sensación de que hay una acumulación de poder político como nunca antes en Costa Rica», expresa el analista político Víctor Ramírez a la AFP.
Estima que los Arias se han granjeado enemigos porque manejan muchos asuntos con «secretismo», como la venta reservada de bonos costarricenses a China en 2008, mientras «el país quiere más participación y espera que los funcionarios públicos actúen con transparencia».
A los Arias se les reprocha también el haber alejado al gobernante Partido Liberación Nacional de sus raíces socialdemócratas y acercarlo a la derecha, pero todos reconocen la capacidad de los hermanos para enfrentar los desafíos con energía y perseverancia.
Las elecciones del domingo, a las que la candidata oficialista Laura Chinchilla llega como favorita, serán una consulta popular sobre la gestión de su mentor, Oscar Arias, estiman los analistas.
«El principal tema de esta campaña no es la seguridad, es Oscar Arias. Las elecciones van a ser un referéndum sobre el gobierno de Arias», dice Urcuyo.
Afirma que los Arias revitalizaron al Estado cuando tomaron las riendas por segunda vez en 2006, después de cuatro años de gobierno del socialcristiano Abel Pacheco, durante el cual muchos costarricenses sintieron que el país estaba a la deriva.
Los analistas dicen que aunque tiene un rostro afable, Oscar Arias puede ser muy duro como interlocutor, incluso «prepotente».
«Es una persona de poco diálogo, poco proclive a aceptar la crítica, que actúa con secretismo», indica Ramírez.
«Hablar con Oscar es muchas veces difícil, porque es un tipo que tiende a imponerte la opinión, con argumentos generalmente buenos y con descalificación a los tuyos», dice Urcuyo, quien aclara que aunque sea «prepotente no lo hace un dictador».
Aunque la campaña electoral ha sido tranquila («aburrida» según Oscar Arias), de ser necesaria una segunda vuelta, Costa Rica podría polarizarse entre el «arismo» y el «antiarismo».
En tal escenario «la gente no va a votar por quien le gusta, sino en contra de quien no le gusta», es decir, contra los Arias, anticipa por su parte el analista y economista Juan Manuel Villasuso.