Los belgas votan el domingo en unas elecciones legislativas muy reñidas, que podrían marcar el regreso al poder de los cristiano-demócratas, pero que podrían dar también el puntapié inicial a nuevas discusiones sobre el reparto de poderes entre los flamencos del norte y los valones de habla francesa del sur.
Según los últimos sondeos, es poco probable que la actual coalición liberal-socialista en el gobierno, encabezada por el primer ministro liberal flamenco Guy Verhofstadt, logre mantenerse.
El partido liberal-demócrata (VLD) de Verhofstadt aparece desgastado tras ocho años de poder con los socialistas y sólo obtiene entre 17 y 18% de las intenciones de voto.
Sin embargo, y a raíz del complicado sistema de voto por regiones, los medios de prensa belga se pierden en conjeturas sobre la coalición que surgirá de unas negociaciones que se anuncian largas.
Entre las variantes se mencionan una unión entre socialistas y demócrata-cristianos, un «arcoiris» (liberales, socialistas y ecologistas), una coalición «tripartita clásica» (demócrata-cristianos, socialistas y liberales) o una suerte de «Olivo» (demócrata-cristianos, ecologistas y socialistas.
Entre los candidatos al puesto de primer ministro, un nombre se impone sobre los demás: el del jefe de partido cristiano-demócrata flamenco (CDV), Yves Leterme.
Es en efecto Flandes (norte, de lengua holandesa), donde vive el 60% de los 10,4 millones de belgas, la que marcará el tono de las elecciones.
El partido que más votos reciba en esa región es el que más posibilidades tiene de ser llamado a formar el próximo gobierno.
Durante la campaña los dirigentes flamencos han enviado señales al sector independentista de su electorado, sin alejarse sin embargo de sus posibles futuros socios de lengua francesa de Valonia (sur).
En este juego Leterme parece ser el mejor, ya que el CDV roza el 30% de la intenciones de voto.
Leterme, ex auditor del Tribunal de Cuentas, de 46 años de edad y apariencia austera, reclama que Flandes administre en forma propia competencias que actualmente se encuentran bajo el control del Estado federal, como la política de empleo.
En un país ya muy descentralizado tras varias reformas constitucionales lanzadas en los años 70, en el que cada región ya administra la educación, el medio ambiente y ciertas políticas económicas, este perfecto bilingí¼e afirma que el sistema actual no tiene suficientemente en cuenta las diferentes realidades de Flandes y Valonia.
Pero en vísperas de nuevas negociaciones comunitarias, los belgas de habla francesa siguen desconfiando de un hombre que en 2006 puso en duda su «capacidad intelectual» para aprender holandés.
En ese marco los partidos flamencos podrían intensificar sus reivindicaciones si la fuerza de extrema derecha independentista Vlaams Belang (Interés Flamenco) obtiene un buen resultado. En 2003, recibió 18% de los sufragios y en esta ocasión tiene más de 21% de intenciones de votos.
De su lado los partidos de lengua francesa, entre ellos el Movimiento Reformista (MR, liberal) y el Partido Socialista, unidos para oponerse a una reforma del Estado que a su entender podría dar origen al desmembramiento del país, terminan la campaña enfrentados por otros temas, como la corrupción.