Las elecciones en Honduras dividieron aún más a los países iberoamericanos, que en su XIX Cumbre en Portugal debatieron, sin lograr consenso, la nueva situación creada por las elecciones ganadas por Porfirio Lobo.
La Cumbre Iberoamericana concluyó este martes sin una declaración conjunta sobre la crisis política de Honduras, ante lo cual el anfitrión Portugal emitió un comunicado, que según su primer ministro Jose Socrates, «no fue objetado por ninguna delegación».
«Estas cumbres funcionan por consenso, pero pensamos que deberían ser democráticas y que prevalezca el criterio de la mayoría, que rechaza el golpe de Estado militar» y desconoce la «farsa electoral», expresó la canciller del depuesto presidente hondureño Manuel Zelaya, Patricia Rodas.
Los países iberoamericanos se dividieron entre un grupo ampliamente mayoritario que rechaza las elecciones y un pequeño grupo que las reconoció, Colombia, Costa Rica y Panamá.
Dentro del grupo mayoritario, Brasil, El Salvador y España dejaron abierta la vía a una salida a partir de la nueva realidad política surgida de las elecciones.
Pero ese grupo cuenta con un ala radical de aliados de Zelaya, cuyos presidentes, excepto Rafael Correa de Ecuador, no asistieron a la cumbre, integrado además por Venezuela, Cuba, Bolivia y Nicaragua.
Al partir de Estoril, 25 km al oeste de Lisboa, con destino a Kiev, el presidente Luiz Inacio Lula da Silva reafirmó que Brasil no reconocerá los comicios de Honduras y no conversará con el ganador.
Brasil no acepta «el uso de un proceso democrático como son las elecciones para blanquear un golpe de Estado», dijo el asesor de Lula Marco Aurelio Garcia, quien no obstante señaló que será de «gran importancia» la actitud de Lobo de ahora en adelante.
El presidente de El Salvador, Mauricio Funes, hizo votos «para que la nueva situación» en Honduras «conduzca a un proceso de diálogo nacional que concluya a la brevedad posible», a un «gobierno de unidad» con la participación de Zelaya, a quien –estimó– se le deben «devolver sus poderes constitucionales».
El presidente del gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero afirmó que «España ni ignora ni reconoce las elecciones» y destaca la necesidad de «un gran acuerdo nacional» con los nuevos actores políticos.
Según Zapatero «hay diferencias en las opiniones de los distintos gobiernos sobre el futuro inmediato» y «la discrepancia ha estado en la valoración de las elecciones».
Con una postura similar a Estados Unidos, que saludó los comicios como un «importante paso adelante» para resolver la crisis, Costa Rica, Colombia y Panamá reconocieron al «nuevo gobierno», en tanto que el presidente de México, Felipe Calderón, dijo preferir esperar para «saber si los comicios fueron libres».
«No debe haber doble moral. La comunidad internacional que reconoció las elecciones en Irán, que no fueron limpias, también en Afganistán, debería aceptar las de Honduras», dijo el presidente de Costa Rica, Oscar Arias, quien no se refirió en la cumbre a la restitución de Zelaya.
Del lado totalmente opuesto, el ALBA, una alianza antiimperialista a la que se plegó Zelaya y liderada por Venezuela, sostuvo, en un comunicado difundido en la Cumbre, que reconocer las elecciones es «legitimar» el golpe.
Los aliados de Zelaya en el ALBA –que también integran tres islas del Caribe– celebrarán su cumbre a mediados de diciembre en La Habana, que previsiblemente respaldará a Zelaya y condenará a Washington y a los países que reconocieron las elecciones.
Venezuela consideró este martes que el reconocimiento de algunos países a los comicios es «un atentado grave contra la democracia», y calificó de «vergonzosa» la actitud de Estados Unidos.