Ahora que en forma oficial se inició la campaña electoral y que según yo, más que guatemalteca parece que fuera a la «italiana», pues para candidatos a la Presidencia de la República ya se inscribieron los dos padrinos y que sólo falta que por encima de la ley, el Tribunal Supremo Electoral o como se llame, inscriba a los dos Ministros Religiosos que aspiran a dicho cargo.
La Constitución de la República de Guatemala prohíbe que los militares puedan ser candidatos a presidente, sino hasta cinco años de haber causado baja del ejército, con la finalidad de cortar vínculos entre el posible candidato y la institución armada, tiempo prudente para romperlos considerando que es más de afinidad que de espiritualidad ya que este último es mas difícil de romper.
Así mismo la Constitución establece que no pueden ser candidatos a presidentes los ministros religiosos no incluyendo tiempo por que supuestamente es algo espiritual que normalmente no se puede romper, pues de ganar las elecciones un ministro de cualquier religión, puede llegarse a las confrontaciones religiosas como existe en otras partes del mundo.
En meses anteriores vi a los magistrados del Tribunal Supremo Electoral preocupados, pero muy preocupados, dando la impresión de que ahora la situación sería diferente pues se pensaba aplicar las leyes en todas su dimensión y que esa gí¼izachada de algunos aspirantes a candidatos de decir que renunciaban a sus vínculos espirituales con determinada religión, no iba a ser aceptada y que no habría poder alguno que los hiciera cambiar de opinión. Ojalá que la preocupación haya sido por dicho motivo y no por que creían que no les iban a autorizar los Q409,000,000.00 y que sus sueños de unas elecciones a lo grande se esfumaran.
Los magistrados en lugar de jactarse de estar controlando al Presidente de la República de que no haga propaganda en las inauguraciones, debieran de analizar si las convenciones de estos ministros religiosos no están dirigidas por otros líderes religiosos que sueñan con que su religión, se convierta en la religión oficial.