Elección entre el “trickle down” o el esfuerzo común


Oscar-Clemente-Marroquin

En la campaña de Reagan los conservadores popularizaron el término del bienestar por derrame para explicar que la única manera de hacer próspera a una sociedad era facilitar a los grandes inversionistas que hicieran sus negocios para amasar más fortuna porque ello haría que la bonanza se fuera regando hacia abajo beneficiando a los que menos tienen. La tesis era, y sigue siendo, que el Estado no es capaz de generar bienestar y que el mismo únicamente se produce cuando el rico se vuelve más rico y puede así ayudar a los de abajo.

Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt


La historia demostró el absurdo de esa tesis porque si bien en teoría podría tener alguna lógica, en la vida práctica, en la vida cotidiana, resulta que la voracidad del hombre que los conservadores consideran como motor del crecimiento económico, es tal que muchas veces ni siquiera las migajas llegan a los de abajo. Ya en el Evangelio nos relatan como Jesús contó la historia del rico Epulón y del pobre Lázaro que ansiaba poderse comer siguiera las migas de lo que caía de la mesa de Epulón, pero éste prefería que se hartaran los perros en vez de darle algo al pobre hombre.

En esta campaña electoral en Estados Unidos el Tea Party ejerció tal influencia que hizo que Romney abrazara con toda determinación la tesis de que hay que aniquilar al Estado y dejar que sean los inversionistas privados los que se hagan cargo de prodigar el bienestar al resto de mortales, a los que dependen de un empleo asalariado y de quienes no poseen una enorme fortuna.

Algunos han dicho que la elección no es importante para Guatemala porque nada cambiará gane quien gane en la relación con nuestro país. Todo puede cambiar, porque si la potencia más grande del mundo empodera a quienes creen en esa farsa del bienestar que irán prodigando por derrame los ricos en vez del esfuerzo común para que todos podamos trabajar por la prosperidad de nuestras familias, eso tendría efectos colaterales tremendos en una sociedad como la nuestra, donde hay quienes se sienten en realidad dueños del país y con derecho a todo, a violar leyes, reglas, normas y comportamientos, con tal de seguirse hartando con el pisto de todos en vez de que se pueda realizar la inversión pública que nos hace falta para ofrecer mejores oportunidades a todos.

La elección de Reagan tuvo un efecto tremendo en Guatemala porque se conjugó con la perversa enseñanza del egoísmo como motor del dinamismo económico mundial y los pregoneros del neoliberalismo hicieron de ello un acto de fe cuyas consecuencias todavía estamos viendo por la enorme influencia que ejercen en la vida nacional.

Ahora Obama plantea una política de esfuerzo colectivo, de trabajo conjunto y de aportaciones de cada quien de acuerdo a su capacidad económica para no sólo superar la crisis causada por el desborde del individualismo egoísta que provocó la debacle, sino para emprender una nueva ruta que le devuelva a Estados Unidos la capacidad de innovar, de convertirse en una sociedad solidaria que se ocupa y preocupa por los que menos tienen.

A pocas horas de conocer el resultado se puede anticipar que la elección es crucial, decisiva para países como el nuestro, porque se trata de escoger entre dos modelos totalmente distintos de enfocar la realidad del mundo y las perspectivas para los que más tienen y los que menos tienen. Romney quiere liberar de la carga de impuestos, todavía más, a los ricos de Estados Unidos para que ellos asuman la “responsabilidad social empresarial”, mientras que Obama está claro de que esa paja no existe y que el país necesita del aporte de todos y la responsabilidad común de los ciudadanos para salir adelante.