La victoria de Porfirio Lobo en las elecciones del domingo en Honduras, lejos de allanar el camino, profundiza las divisiones en Centroamérica, donde ayer hubo elogios a los comicios pero también recriminaciones a Estados Unidos y al presidente de Costa Rica, í“scar Arias, por «bendecir un golpe de Estado».
Lobo, del Partido Nacional (derecha), cosechó una arrolladora victoria en una Honduras fracturada por el golpe que derrocó al presidente Manuel Zelaya en junio, y su desafío inmediato es convencer a la comunidad internacional de que reconozca los comicios.
El reto no parece fácil, pues los propios países vecinos de Honduras están muy divididos (incluso a nivel interno) sobre las elecciones, disputa que se suma a otros conflictos que llevaron a cancelar la Cumbre Centroamericana programada para la próxima semana en Costa Rica.
Panamá, que junto a Costa Rica anticipó que reconocería los comicios, elogió las elecciones afirmando que permiten «el retorno de la institucionalidad democrática y constitucional», y llamó a Lobo a reconciliar al país con un gobierno de unidad nacional.
El presidente de Guatemala, ílvaro Colom, dijo que «Honduras fue un ejemplo de participación», pero advirtió que «para reconocer al gobierno electo de Porfirio Lobo es necesario que restituyan» a Zelaya.
«El evento electoral se desarrolló en un clima de inestabilidad institucional (…). No obstante, abre un nuevo momento político en la búsqueda de alternativas a la crisis política», subrayó por su parte el gobierno salvadoreño de Mauricio Funes en el marco de la Cumbre Iberoamericana en Portugal.
El Salvador «espera que el virtual ganador del evento electoral, exprese su voluntad para iniciar un diálogo político que permita un acuerdo nacional que ponga fin a la crisis y conlleve a un gobierno de unidad, el restablecimiento del orden constitucional y la reconciliación», agregó en un comunicado.
Sin embargo, el partido gobernante salvadoreño arremetió contra los comicios, afirmando que no servirán para terminar la crisis en Honduras, y fustigó a Washington y a Arias por respaldar elecciones bajo un régimen de facto.
«Las elecciones jugaron el papel de bendecir el golpe de Estado. Las elecciones no solucionan la crisis interna pero le agregan una mayor complejidad» a la crisis, declaró el diputado Sigfrido Reyes, portavoz del Frente Farabundo Martí salvadoreño.
«La posición de reconocer las elecciones adoptada por el presidente Arias es consistente con las nuevas señales de Washington, que lo dejan muy mal parado con la poca independencia que ya había mostrado luego que el mismo Washington le había pedido ser mediador de la crisis», expresó el diputado.
Nicaragua, cuyo presidente, Daniel Ortega, es un estrecho aliado de Zelaya, y Guatemala habían declarado anticipadamente que no reconocerían los comicios.
Algunos analistas centroamericanos también estimaron que fue prematuro que Costa Rica y Panamá reconocieran anticipadamente las elecciones.
«Me parece muy grave que algunos países se hayan adelantado a reconocer los resultados, como el caso de Costa Rica, en vez de esperar si todo estuvo bien en Honduras», dijo el politólogo costarricense Rodolfo Cerdas.
«Las elecciones no pueden (…) dejar en la impunidad el golpe de Estado», dijo el analista Roberto Cañas, profesor de la Universidad de El Salvador.
Como el candidato ganador «es un aliado del gobierno golpista eso me deja muchísimas dudas», dijo el académico y analista costarricense í“scar Aguilar Bulgarelli.
«En Honduras la cosa va a seguir confusa. Además, los protagonistas son los mismos» desde que estalló la crisis, opinó el analista y catedrático panameño Julio Yao.
El Congreso panameño aprobó ayer un proyecto de ley del presidente Ricardo Martinelli que deroga diversas leyes y acuerdos internacionales que formalizaron el ingreso de Panamá al Parlamento Centroamericano (Parlacen), informaron fuentes de la legislatura.
La medida fue aprobada con 39 votos a favor y 14 en contra, sin abstenciones, en un Congreso de mayoría oficialista, dijeron las fuentes.
La norma aprobada deroga una ley de 1994 que aprobó el tratado constitutivo del Parlacen y otra ley de 2005, por la cual se ratificó el cuarto protocolo de este tratado.
El presidente de la Asamblea Nacional, José Luis Varela, dijo que a partir del 24 de noviembre de 2010 Panamá dejará de ser miembro del Parlacen, foro al que Martinelli considera «inoperante» y «oneroso», sin que haya traído algún beneficio para el país ni la región y sin cumplir los objetivos para los que fue creado.
Sin embargo, la oposición panameña considera que con la salida de Panamá del Parlacen se pone en riesgo la integración regional y cierra vías de entendimiento con los demás países del istmo, afectando a la imagen internacional de Panamá.
«Salir del Parlacen es no entender la historia, no entender los problemas de la región y no entender que detrás de todo eso hubo un esfuerzo de los gobiernos de Europa, Estados Unidos, de Panamá y de la región», dijo el secretario general del opositor Partido Revolucionario Democrático (socialdemócrata), Mitchael Doens.
Panamá anunció en agosto la decisión de renunciar al organismo y dio un plazo de 90 días (que venció el 18 de noviembre) para buscar una salida consensuada, pero Nicaragua y Guatemala rechazaron la renuncia, por lo que la salida del Parlacen será unilateral.