El vuelo de los zopilotes


George Bush se está quedando solo y su estado es extremo. A un poco más de un año de su salida de la sede imperial de finales del siglo XIX, siglo XX y primeros años del siglo XXI, la Casa Blanca, el presidente de los Estados Unidos de América, George Walker Bush se va quedando solo, con el escarnio de la mayorí­a de la población estadounidense y con el demérito de ser el peor Presidente que esa gran nación ha tenido en toda su historia, desde su Independencia.

Roberto Arias

El acoso a Bush por parte de los parlamentarios de la oposición se agiganta cada semana, el más allegado de sus asesores Kart Rove le desertó. Para Latinoamérica y para el mundo representa muchos tropezones bursátiles el hecho de que se haya desinflado la burbuja inmobiliaria en los Estados Unidos. La salida de Tony Blair, su aventurero amigo, como primer ministro inglés dejó a Washington en la picota, temiendo que los ingleses se puedan escurrir hacia la Unión Europea para alejarse de las estrategias euroasiáticas de los «halcones» zopilotes.

La deflación o desinfle de la otra burbuja, es decir, la burbuja del «complejo industrial-militar» montada en Irak y Afganistán, paso obligado para la estrategia de la conquista de eurasia, es otro golpe sumamente visible que declina a la aventura de Irak como un total fracaso, donde los estadounidenses como pueblo, perdieron una incuantificable cantidad de recurso económico pagado con su trabajo y ganaron varios miles de familias enteras enlutadas por la pérdida de las vidas de sus familiares peleando en la anodina guerra, en la que únicamente salieron ganando económicamente Bush y sus ahora desertores «halcones» zopilotes.

El «complejo industrial-militar» tradicional estadounidense ha ido cambiando su perfil en los últimos años y, según información noticiosa, actualmente forma parte de una red más compleja de intereses que abarca también negocios financieros, energéticos, de seguridad privada, etc.

Alberto Gonzáles, el fiscal general o secretario de justicia, la vergí¼enza de los latinoamericanos en Estados Unidos, renunció a su alto cargo. Esta acción fue motivada por el hostigamiento del que ha sido objeto desde marzo por demócratas y republicanos, quienes empezaron a pedir su cabeza por prostituir y politizar el sistema judicial estadounidense. Los abogados y toda la comunidad jurí­dica también exigí­an su dimisión. A este hombre se le acusa, dentro de otras cosas, de reautorizar los programas de espionaje lanzados tras los ataques del 11 de septiembre de 2001 en la ciudad de Nueva York.

Las acusaciones contra Gonzáles son varias, las principales son: 1. Defendió al centro de detención en Guantánamo en Cuba. 2. Expresó que únicamente los más severos tipos de tortura no estaban permitidos en los Estados Unidos. 3. Autorizó que los detenidos en la guerra contra el terrorismo fueran juzgados por tribunales militares, contra la conclusión del Tribunal Supremo que esos tribunales no estaban autorizados. 4. Dijo que algunas partes de la Convención de Ginebra, sobre el tratamiento de los prisioneros de guerra, eran «obsoletos» sobre las técnicas en interrogatorios.

Alberto Gonzáles es amigo y colaborador de George Bush desde hace más de diez años. En 1994 lo nombraron como asesor general de quien en ese momento era gobernador de Texas. Cuando Bush llegó a la Casa Blanca, Gonzáles asumió como su consejero. En 2005 lo designaron como fiscal general ante la cesantí­a de John Ashcroft.