Es imposible evitar hablar de las elecciones. Aunque se intente pasar por alto este tema, qué sé yo, hablar por ejemplo de la proliferación de las garitas de seguridad en las zonas residenciales, o de la oferta cultural en Guatemala, siempre se atraviesan pensamientos que provocan estas elecciones, que no está demás recordar, apáticas, elementales y sin sorpresas.
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Y bueno, el ejercicio de sentarse con un café al frente y los periódicos en la mano, hace fantasear un poco. ¿Qué pasaría si nos da, prácticamente igual, quiénes serán nuestros próximos gobernantes, alcaldes y diputados? ¿Es necesario continuar con un sistema, en el cual, se nos es vedado, o mejor dicho, no podemos aprovechar la libertad de elegir y no escoger entre el menos peor?
Saramago hizo una sustancial reflexión sobre lo débiles que suelen ser las mal llamadas sociedades democráticas en su libro «Ensayo sobre la lucidez», donde sin pecar de sensacionalista y descabellado, pintó los derechos de los electores y sometió a juicio la capacidad que carecemos de elegir lo que nos conviene como una nación.
Esa falsa idea de ejercer nuestro derecho ciudadano y darle un aval a un sistema debilitado por las mismas instituciones del Estado y de quienes se han sumergido en sus arcas únicamente nos recuerda lo desprotegidos que estamos como ciudadanos frente al amasijo del poder absoluto y sus distintas formas de presentarse.
Y es que al final, no vale la crisis estatal y lo cercano al precipicio en que se encuentra el país para vender siquiera una idea de porvenir en los discursos que escuchamos durante la campaña. Lo importante al final es ostentar el poder. Y esto me recuerda a la frase de Voltaire: «La pasión de dominar es la más terrible de todas las enfermedades del espíritu humano».
No quiero ser pesimista y mucho menos que me condenen por ser antidemocrático, pero me provoca morbo pensar sobre la posibilidad de que exista un alto porcentaje de votos en blanco el domingo próximo. ¿Cómo reaccionarían las autoridades con una manifestación clara de rechazo a un sistema incapaz de satisfacer las necesidades de todos los guatemaltecos? Creo que eso solo sucede en la imaginación del escritor portugués. Acá, lamentablemente tendremos que someternos a los juicios de la realidad y aceptar, como lo hemos hecho durante décadas, lo que nos venden como «la mejor opción». Aunque de acá en un año, abramos nuevamente los ojos para saber a quiénes pusimos como gobernantes.
Por lo pronto, termino mi café y cierro las páginas de los predecibles periódicos, y me vuelvo a las masas de ciudadanos a quienes les vale madre los líderes políticos y las decisiones que tomen.