El veredicto es… GANADOR


Claudia Navas Dangel

Arnoldo Gálvez Suárez nació en Guatemala en 1982, escritor, periodista y productor de televisión. Estudió Comunicación Social y Periodismo en la Universidad Rafael Landí­var. En 2005, publicó el libro de relatos «El tercer perfil», con el sello editorial Letra Negra, y en 2009 ganó el Premio Mario Monteforte Toledo por su novela «Los Jueces», de la cual nos habla a continuación.


Claudia Navas Dangel: ¿De qué trata «Los Jueces»?

Arnoldo Gálvez Suárez: «Los Jueces» es la historia de una comunidad que decide juzgar y condenar a un criminal. No es un linchamiento bruto, en donde la gente se lanza sobre el condenado irreflexivamente, presa de la histeria, sino más bien un proceso, basado en la Ley del Talión. Un segundo plano del relato permite comprender que, a su vez, el condenado es también un chivo expiatorio, en el sentido bí­blico del término. Es decir, con su sangre, permite a la comunidad expiar sus propias culpas. El crimen y su posterior condena serán el núcleo a donde vayan a desembocar las vidas de múltiples personajes, todos escindidos por la violencia, el amor, la estratificación social y la esperanza. La intención final de la novela, intuyo, es la de fabular esa idea de justicia que para nosotros, los de acá, es tan neblinosa, deforme, más bien. Creo que escribí­ «Los Jueces» asumiendo esa sentencia de Borges -citando a Kipling-: al escritor le es dado crear la fábula, mas no la moraleja. De ahí­ que prefiera abstenerme de juzgar moralmente a los personajes (tanto que ni siquiera sabemos sus nombres) y las nociones de justicia que la propia vida los ha ido obligando a concebir.

CND: ¿Cómo surgió esa narrativa: de experiencias personales, de lecturas, de especulaciones?

AGD: Creo que toda escritura refleja esa suma de contradicciones que, al final, constituye lo que uno es. De modo que bien me pudieron haber contado las lí­neas generales en que se basa el argumento de la novela (como de hecho ocurrió), pero la novela en sí­ es una acumulación de experiencias personales, lecturas y, principalmente, de ese mundo nocturno, í­ntimo, de las propias pesadillas, de los miedos más acendrados. Yo tengo sueños muy ví­vidos, pesadillas especialmente, cuyo recuerdo me acompaña por varios dí­as después de haberlas sufrido. «El tercer perfil», mi libro anterior, está en parte basado en ellas.

CND: ¿Esperabas el Premio Monteforte?

AGS: Existí­a una pequeña esperanza, claro, de otra forma no habrí­a participado; pero era mí­nima.

CND: ¿Eres escritor diurno o nocturno?

AGS: Soy completamente diurno y disciplinado, de otra forma no concibo cómo pueda uno terminar un libro. Con esta novela estuve levantándome de madrugada para comenzar a escribir alrededor de las cinco de mañana. Además, tengo que trabajar, de modo que se trata de dormir poco o de no escribir nada.

CND: ¿Cuánto se refleja la realidad en tu trabajo?

AGS: No lo sé, puede ser mucho o poco, según cada cuál asuma su propia realidad, sus circunstancias y su entorno. Lo que en todo caso refleja son mis muy particulares preocupaciones sobre esa realidad compartida.

CND: ¿Qué te significa ser guatemalteco, en este contexto literario?

AGS: En principio nadie sabe qué cosa es ser guatemalteco, yo podrí­a portarme ocurrente y sádico y decir que ser guatemalteco es estar jodido y sonreí­r cuando están a punto de atropellarte, y nadie querrí­a contradecirme. O decir que ser guatemalteco es comer plátanos fritos después de haber matado a golpes a tu mujer. De modo que, a través de la escritura, lo que uno hace es responder al entorno, que en mi caso se resume en esta ciudad, sus habitantes y su historia. Y no por ello deja de preocuparme el problema de la identidad, de encontrar denominadores comunes en medio de las diferencias, de la insoslayable necesidad de conocer al otro para dejar de pisotearlo.

CND: ¿Existe en ti una vinculación polí­tica, derivada de tu narrativa, o sólo ella es tu respuesta a la realidad?

AGS: Todo cuanto es público termina siendo, de algún modo, polí­tico. Y la escritura es pública, de otro modo uno guardarí­a los borradores sin permitir que nadie los leyese. Sin embargo, vinculaciones polí­ticas partidarias o ideológicas, no tengo. El compromiso del escritor, como dice Onetti, es con su talento, no importando si éste prefiere ver la realidad con un lente, o con otro.

CND: Estás a un poco menos de una década de haber dejado atrás a la adolescencia; sin embargo, eres un escritor joven, ¿cuál es tu punto de vista de la juventud actual en cuanto a sus expectativas intelectuales y económicas?

AGS: Es que hay jóvenes y jóvenes. Los hay quienes su principal preocupación es sobrevivir el dí­a sin morirse de hambre. Y los hay quienes pueden estudiar y eventualmente pasarán a formar parte de la odiosa casta de tecnócratas que nos gobiernan. Y los hay, también, más interesantes, que hacen cosas por el gusto de hacerlas, y que ojala sean suficientes para que el ruido que hagan pueda escucharse. Yo, personalmente, conozco a muchos así­.

CND: ¿Dejás una esperanza en «Los Jueces»?

AGS: Los personajes la buscan, pero no sé si la encuentren. De cualquier forma, sin la esperanza no se puede vivir, y eso es lo que hacen los personajes de la novela, buscarla, así­ sea en las cloacas.

¿Deja una esperanza Guatemala? No lo sé, pero en todo caso, guatemaltecos nacen nuevos todos los dí­as, y eso, para algunos, podrí­a suponer un terrible pronóstico. Pero yo sólo espero que las generaciones aprendan a purgarse a sí­ mismas, y así­ las que vengan puedan ser menos racistas, matonas, transas y chapuceras.