El verdadero espí­ritu de la Navidad


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En la ví­spera de la fiesta de Navidad que se celebra en los paí­ses del mundo cristiano, es oportuno hacer algunas reflexiones sobre el verdadero espí­ritu de ese acontecimiento, el cual conforme pasan los años se ha tergiversado hasta convertirse en un hecho meramente comercial rodeado de un impresionante consumismo.

Félix Loarca Guzmán

 


Muchas personas transforman esta fecha en un jolgorio caracterizado por un descomunal despilfarro, que no está acorde con el marco de sencillez y humildad en que nació Jesucristo, el Hijo de Dios.

Si objetivamente se hace un examen de los diferentes pasajes históricos en torno a este suceso, es fácil llegar a la conclusión que no se agrada al Creador con el desborde de gastos superfluos en que numerosas personas incurren en la presente época, estimuladas por la influencia del poder publicitario, muchas veces endeudándose hasta la coronilla, sin medir las consecuencias que ello tiene para hacer frente a la llamada ‘cuesta de enero’.

Para rescatar el auténtico espí­ritu de la Navidad, es conveniente recordar las dificultades y angustias de la Sagrada Familia durante su peregrinaje hasta llegar a Belén, en donde por falta de espacio en la posada más cercana, tuvo que refugiarse en un pesebre en donde se produjo el nacimiento del Niño Dios, sin ningún lujo y solamente rodeado por animalitos.

Desde ese momento, Jesús se identifica con los más pobres, es decir, los desposeí­dos de la tierra.  Todas sus prédicas tuvieron el denominador común que transmití­an profundos mensajes de amor y de respeto para el prójimo, al extremo que con un alto grado de justicia, históricamente debe considerarse a Jesús como el primer Procurador de los Derechos Humanos en el mundo.

Desdichadamente, todos esos mensajes han sido olvidados por quienes creen que para celebrar la Navidad hay que emborracharse o quemar el dinero con cohetes que no solamente erosionan la estabilidad financiera, sino que además contaminan el medio ambiente.

Probablemente la forma más adecuada de celebrar la Navidad es transmitir una muestra de cariño a nuestros familiares y amigos o siendo solidarios con los más pobres, con los enfermos de los hospitales, con los niños huérfanos de la violencia o con las personas de la tercera edad recluidas en los asilos de ancianos.

Y para quienes tienen la dicha de tener suficiente riqueza, la mejor forma de participar en esta fiesta, es hacerse el propósito que el Niño Dios nazca en sus corazones,  para que en el nuevo año vivan en armoní­a con los demás pagando salarios más justos a sus trabajadores, y compartiendo su abundancia con quienes sufren exclusión social.  Esta es una manera de hacer realidad el mandato bí­blico de Amaos los unos a los otros.