La democracia necesita de hombres y mujeres de palabra, que saben hablar y escuchar, pero también cumplir la palabra empeñada. El valor de la palabra para una persona particular, empleado o funcionario estatal, y en especial las personas que se dedican a «hacer política» en Guatemala debe tener dos componentes. Por un lado, la capacidad de hablar junto a la virtud de escuchar y, por el otro, el compromiso de cumplir con lo que se ha comprometido.
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La democracia es un régimen que reclama la argumentación, intercambiar ideas y razones, debatir, aunque a veces sea ríspido, es mucho mejor que acatar las órdenes de quien manda por el hecho de tener el poder. Esta característica de argumentación fortalece, y mucho, a la rendición de cuentas, pues no sólo los contendientes políticos, sino cualquier ciudadano, una vez empeñada la palabra por la autoridad, está en condiciones de revisar si se cumple con lo dicho e, incluso, si con responsabilidad se expresan las razones por las cuáles no se logró determinado objetivo. El ejemplo de lo anterior lo pudimos observar en las declaraciones del Presidente de los Estados Unidos de América, al reconocer que no pudo aplicar las medidas pertinentes que prometió al electorado hace dos años. En Guatemala, preguntamos: ¿habrán cumplido con lo prometido a la población votante los políticos que ascendieron al poder hace dos años?, Al iniciar el período final de «trabajo» político, los funcionarios electos y los nombrados ¿habrán cumplido con su palabra? El Presidente hizo el compromiso de erradicar la delincuencia con inteligencia; la tasa de cobertura en educación fue ampliada de forma eficaz, pero en detrimento de su calidad, por lo tanto, ¿se habrá cumplido con la palabra de mejorar la educación y combatir la delincuencia? De no ser así, no hay otro nombre para tal proceder: demagogia. Para colmo, se ponen «bravos» cuando se les pide rendición de cuentas; claro, si se cambian los criterios y se «cucharean» las cifras, se puede lograr. Señor diputado ¿dónde está el cumplimiento de la palabra empeñada que usted reivindicó en su discurso como elemento de la democracia? Ahí, en las palabras de excusa: no hay presupuesto, no hay… no hay… NO HAY… En los documentos oficiales y en la propaganda fácil, considerando que nadie pone atención ni se esmera en pedir rendición de cuentas, los políticos de todo cuño, de partidos de todos colores han incumplido con los criterios establecidos y nos conduce, de nuevo, al viejo régimen: «Â¿Podemos confiar en los políticos? ¿Transparencia? Sí. Es nítida la manipulación de los datos, pero ¿quién rinde cuentas de este maltrato a Pitágoras? Nadie. Es eso lo que molesta al ciudadano y es lo que debería llamar a la rendición de cuentas. Urgen las leyes de extinción de dominio y contra el enriquecimiento ilícito. ¿Hasta cuándo habrá verdaderos diputados que legislen a favor del pueblo y del Estado?