Como resultado de un sistema semiparlamentario, en el que el Congreso y sus diputados ejercen funciones de fiscalización de las funciones del Ejecutivo, los Ministros de Estado están obligados a asistir al Congreso cuando son citados para abordar temas relacionados con sus respectivas carteras. Todos los gobiernos se quejan de la pérdida de tiempo que ello significa y en alguna ocasión se trató de cuantificar lo que significaba que todo un Ministro dedique una jornada de trabajo a atender las inquietudes de los diputados. El titular de la cartera de Finanzas dijo la semana pasada que los miembros del Congreso mejor debieran ponerse a legislar en vez de causar pérdida de tiempo a los funcionarios.
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El Presidente de la República también ha terciado en el asunto pidiendo a los diputados que dejen trabajar a los ministros porque, según dijo, es mucho el tiempo que pierden con esas citaciones y hay oportunidades en que no ha podido reunir a su gabinete económico, en medio de esta aguda crisis, por las citaciones que hacen en el Congreso. Llegó a decir que está pensando en designar como viceministros a los verdaderos encargados de cada uno de los ministerios, para que algo así como ministros de cartón sean los que atienden las citaciones que de manera tan reiterada les están haciendo ahora los miembros del Partido Patriota.
Y esa declaración del Presidente obliga a otra reflexión que considero importante a pesar de que pocas personas reparan en el tema. Una de las características del presidente ílvaro Colom es llegar tarde a las reuniones programadas y todas las semanas hay algún acto público al que asisten como invitados o como anfitriones ministros o funcionarios de los otros organismos y el atraso presidencial, que ha llegado a ser de dos horas en situaciones como la de la presentación del tema de la Cultura Tributaria que contó con masiva presencia de las altas jerarquías del poder público, significa que durante el tiempo en que estuvieron aguardando el arribo del mandatario, diplomáticos y funcionarios mataron el tiempo platicando generalidades. Ese tiempo también es valioso y se pierde por la inveterada costumbre de impuntualidad que se agrava cuando es el mismo Presidente de la República quien da el ejemplo.
Uno entiende que hay circunstancias especiales en las que se puede justificar un pequeño retraso en un funcionario con las responsabilidades del Presidente de la República, porque pueden surgir imprevistos que reclaman su atención y le alteran la agenda de manera significativa. Pero eso tendría que ser una verdadera excepción porque si algo le hace daño a Guatemala es la costumbre de observar esa tontería que muchos llaman la hora chapina. El tiempo que se pierde en el país por la impuntualidad es mucho más grave que lo que se pierde por citaciones como las que hacen los diputados que, al fin de cuentas, están ejerciendo una función que la Constitución les asigna para fiscalizar el ejercicio del poder. Puede ser que se pierda tiempo en esas citaciones, pero si acumulamos lo que mensualmente se pierde de tiempo por el atraso en el inicio de cualquier actividad, sobre todo si el Presidente justifica su impuntualidad como lo hizo recientemente el ingeniero Colom, podemos pensar en horas hombre demasiado valiosas como para dilapidar así en un país que demanda tanto esfuerzo y compromiso.
La impuntualidad no sólo hace perder tiempo a quien es impuntual, sino que afecta a muchas personas más. Y cuando el traidito de la película es el impuntual, todos los que le rinden pleitesía se ven obligados a matar el tiempo hablando babosadas para aguardar pacientemente a que llegue aquel cuya presencia es indispensable para arrancar el protocolo.