Favorecidos por la disparada de los precios del petróleo, los aviones de turbo-hélice, menos golosos en combustible que sus rivales a reacción, tratan de seducir nuevamente a las aerolíneas estadounidenses, que los ignoran desde hace diez años.
«ATR y Bombardier comienzan a volver lentamente», afirma Richard Abulafia, analista y vicepresidente del Gabinete de consultores Teal Group, que estima que los dos constructores aeronáuticos podrían recibir anualmente de 30 a 40 órdenes cada uno en el mercado estadounidense.
El europeo ATR lanzó el martes una versión renovada de sus modelos y emprendió una gira comercial en Estados Unidos para reunirse con 11 compañías, entre ellas sus únicos dos clientes locales (fuera de los de aparatos de carga): American Eagle y Atlantic Southeast Airlines (grupo Delta).
El canadiense Bombardier predomina en este sector del mercado, donde ATR no ha recibido órdenes desde hace diez años.
Hasta mediados de los años 90, había una fuerte presencia de turbopropulsores en la red regional de las aerolíneas estadounidenses, recuerda Abulafia.
Pero súbitamente, «las compañías se lanzaron, de manera completamente irracional exclusivamente hacia el jet», afirma.
«En esa época los transportistas tenían una sola palabra en la boca: el jet, solamente el jet», subraya. «Hoy lo están pagando», agrega.
El abandono de la turbopropulsión se realizó «en un período en el que el barril de petróleo valía 25 dólares», recuerda el especialista. Pero hoy el oro negro ha superado los 80 dólares y no se vislumbra un descenso de precios a corto plazo.
«Los precios del petróleo seguirán siendo volátiles en un futuro previsible, creando problemas no solamente para la economía mundial sino para varios sectores industriales que dependen en gran medida del crudo o de productos refinados, en particular las aerolíneas», advirtió este miércoles la agencia de calificación financiera estadounidense Standard and Poor’s.
Repentinamente los transportistas dan marcha atrás. Recién salidos de la quiebra, traumatizados por la necesidad de reducir sus costos, sacan de los hangares los buenos aparatos a hélice.
Desde comienzos de febrero, Continental Airlines anunció la adquisición de 15 Bombardier Dash 8 de tipo Q400 (de 70 asientos), a través de la compañía que sirve los vuelos regionales desde Newark (New Jersey, este), Colgan Air.
«La elección del Q400 es importante para nosotros porque nos permite solucionar nuestras necesidades de eficacia, sin sacrificar el confort de nuestros clientes», comenta Mark Erwin, vicepresidente del grupo.
«Hay ciertos trayectos de 300 millas (unos 480 km) o menos para los cuales sería realmente estúpido utilizar otra cosa que un turboprop», afirma Abulafia.
Los costos operacionales de un ATR 72-500 -constituidos en más de la mitad por la factura de combustible- son 35% inferiores a los del jet más similar, según datos proporcionados por el fabricante europeo.
Pero «en este país, existe una aversión hacia los turboprop», afirma James Higgins, analista de Soleil Securities. «La gente tiene la impresión de que si un avión no está equipado con motores a reacción, jamás será tan rápido ni tan seguro», afirmó.
«Los turboprop no son sexy, es el problema desde siempre», reconoce Abulafia. Pero «en el 99% de los casos, la gente compra su billete de avión en función de dos criterios: el precio y el horario», recuerda.