Con 1 mil 600 millones de turistas previstos en 2020, la primera industria del mundo empieza a preocuparse por su impacto en la naturaleza y las culturas locales: la idea del turismo sostenible, respetuoso de la naturaleza y de los hombres, comienza a abrirse camino tímidamente.
Recorrer la selva tropical de Costa Rica, pasar una temporada en cabañas en plena sabana senegalesa, compartir la vida de los monjes de un templo budista en China: cada vez más turistas buscan esta forma de viaje de inmersión en un medio distinto, lejos de la multitud.
Las grandes empresas de la industria turística mundial han empezado a explotar ese filón del turismo sostenible, que ya no está limitada a los militantes ecologistas o tercermundistas, y multiplican las campañas de marketing «verde».
«Hoy por hoy, ese discurso es 80% de publicidad y 20% de realidad. El objetivo es invertir las proporciones en diez años», declara Jean Viard, un sociólogo especializado en el turismo.
En lo que respecta a los viajeros, el turista sostenible «es aún marginal, sólo un 2% de ellos, pero se registra una fuerte progresión», añade Pascal Aguillon, fundador de la Asociación Francesa de Ecoturismo.
«Se trata en principio de un mercado marginal, pero las élites favorecen su extensión y poco a poco se irá democratizando», considera Viard.
Pero el sector corre el riesgo «de aserrar la rama en la que está posado» si no limita los efectos devastadores de los viajes masivos, advierten los expertos de la Organización Mundial de Turismo (OMT).
«El turismo es a la vez víctima y responsable del calentamiento climático, y su contribución a la emisión de gases de efecto invernadero es de cerca de 5%», estima su presidente, Francesco Frangialli.
El cambio climático amenaza directamente el fondo de comercio del turismo, dadas las perspectivas de desaparición, por ejemplo, de las nieves del Kilimandjaro o de las islas Maldivas.
Ecoturismo, turismo «verde», turismo equitativo, turismo solidario: las denominaciones abundan y los sellos se multiplican, sin beneficiar necesariamente ni al viajero ni al medio ambiente.
«Hay más de 400 sistemas de certificación en todo el mundo», recalca Tricia Barnett, directora de la ONG británica Tourism Concern, que no escatima las críticas contra el «greenwashing», la utilización abusiva de argumentos medioambientales para dar una imagen «verde».