El triunfo de los demonios


Editorial_LH

Una película de esas que mantienen la tensión durante todo el tiempo mientras va transcurriendo la vida del protagonista, en las que es imposible relajarse un poquito porque de inmediato se espera una nueva situación de nervios, stress o terror extremo, lastimosamente se queda corta con la terrible forma de vida de quienes en Guatemala se enfrentan a esos tan mentados “poderes” ocultos y/o paralelos que son los encargados de mantener el secuestro de las instituciones del Estado para distribuir riquezas y mantener miserias.


Hoy publicamos un reportaje sobre los, evidentemente insuficientes, intentos del magistrado César Crisóstomo Barrientos Pellecer para pretender detener una bola de nieve de presiones, persecución, intimidación, etc., que terminó encerrándolo de tal manera que decidió terminar con la angustia con una bala calibre 38.

Las prácticas del terror han cambiado y ya no es un atentado inmediato para ejecutar a la persona la primera opción. Se empieza por la siembra de ese miedo con demostraciones de que no hay barreras capaces de detenerlos, la comisión de actos que hasta al contarlos parecen como un gesto de locura; se debilita y se ataca la credibilidad de la persona, se le afecta en su dignidad; cuando ya todo eso está sembrado, viene lo que sucede a todo guatemalteco: Las instituciones no son capaces de responder, no solamente porque no pueden, sino porque en la mayoría de casos están secuestradas por los mismos actores cuya misión es impedir que funcionen.

Es tan surreal lo que ocurre que aún al espectador le cuesta distinguir entre la locura y la cordura, no digamos para quien está inmerso en esa lucha desigual que se tiene que librar con fuerzas tenebrosas cuyos tentáculos están regados por toda la estructura institucional de la Patria.

César Barrientos denunció las presiones, hubo fallos y retos para detener los alcances de su trabajo, fue intimidado, tuvo que mantener su rostro de magistrado para dejar que continuara el proceso contra su hijo y, finalmente, dio el paso hacia el abismo momentos antes de que lo empujaran para asegurarse que todo terminaba así.

Se hizo muy poco para acompañarlo y darle respuesta a sus denuncias. Institucional y, seguramente, personalmente quedó solo.  Lo peor que podría pasar con un caso como tal es que se cierren los libros para que simplemente quede el título de un suicidio sin que se entienda y se castigue que fue forzado por circunstancias que le pusieron la pistola en la cabeza.  Lamentamos la decisión desesperada del Magistrado Barrientos, pero reconocemos su batalla y el esfuerzo por mantener su dignidad.

   
MINUTERO
 La muerte del Magistrado
 fue un suicidio forzado
 por circunstancias terribles
 que nunca van a ser visibles