Hablar de este tema electoralmente se ha vuelto tabú. Si alguien se queja con Su Muni de que un camionetero insolente trató mal a una ancianita porque ella le exigió su vuelto, la respuesta es ?tiene que traerme el nombre del chofer, el número de placa, la ruta en que andaba y si es posible, el nombre del ayudante con todo y fotocopia de su cédula de vecindad. El precio del pasaje, aquel que antes se autorizaba por acuerdo municipal publicado en el Diario Oficial ahora, cualquiera puede disponerlo a la hora que mejor se le antoje. Así como se oye. Antes era a partir de las 8 de la noche cuando subía 25 centavos, ahora, ya van por los 5 quetzales.
Si a alguien se le ocurre preguntarle al presidente qué piensa hacer con el peor de los servicios públicos, mejor que ni lo haga, porque seguramente le va a dar una de esas respuestas que deja a la población con la boca abierta. No solo le importa poco lo que el pueblo sufra, sino que cuando fue alcalde tampoco dio pie con bola para resolverlo. En nuestras calles estos señores que se dicen «empresarios» siguen demostrando que lo son para transformar en chatarra y en poco tiempo un flamante autobús y ¡Ay de aquél que se atreva a financiar su compra!
Pero lo anterior es historia. Trágica si se quiere pero nada logramos con repetirla. En nuestras calles se sigue viviendo un drama todos los días por causa de las camionetas. Estas debieran estar sobre el tapete de los oportunistas de siempre en época electoral. Si no son las maras matando choferes por doquier, son asaltos, atropellos a los peatones, transgresiones a la ley de tránsito, deteniéndose donde les venga en gana o haciendo pedazos el medio ambiente.
El problema requiere de soluciones bien pensadas y congruentes con la realidad, no solo de candidatos a alcaldes, también presidenciales y hasta de los diputados. No estoy hablando de tomar la camioneta para ir a pasear a La Aurora o irse a parrandear los fines se semana. No, digo que un buen sistema de transporte colectivo es indispensable para que la gente pueda ir a trabajar a las fábricas; a los restaurantes; a tanta empresa comercial, a cualquier sitio a donde la gente llega a generar riqueza para el país, ya que no puede hacerlo en una de esas grandes camionetonas con vidrios polarizados que zumban por todas partes. Estoy hablando de la gran mayoría de nuestra población. De quienes apenas les alcanza para pagar el shuco con chorizo de la carreta de la esquina, no digamos para el pasaje de dos y hasta tres camionetas diarias de ida y vuelta a sus lugares de trabajo. ¿Por qué en lugar de hablar tanta paja, mejor escuchamos soluciones concretas a uno de los más grandes problemas que nos aflige a diario? Bueno sería ver a tanto candidato poniendo los pies sobre la tierra.