El tráfico de influencias


La disposición del Gobierno de exonerar de impuestos la importación de autobuses para el servicio de transporte de pasajeros en el área metropolitana es un buen ejemplo del daño que hace al paí­s el tráfico de influencias generado por los compromisos de campaña que adquieren los candidatos con sus financistas. En efecto, la Asociación que se encarga de prestar ese pésimo servicio fue importante pieza de apoyo a la UNE en la campaña pasada y ahora que el Ministerio de Finanzas está patrocinando la exoneración de impuestos, tiene que recordarse ese hecho y es obligado cuestionar si hay pago de favores.


Alrededor del tema del transporte público de pasajeros es imperativo replantear conceptualmente el servicio porque es indiscutible la pésima calidad del mismo, en contraste con lo que ofrecen otros paí­ses donde el Estado o las municipalidades se encargan de administrarlo directamente, en mejor condición de tarifa y por supuesto con una calidad infinitamente superior, lo que en realidad no es muy difí­cil lograr dadas las condiciones imperantes en Guatemala.

Somos de la opinión que esta aventura que está por sufragar en buena medida el Gobierno tendrá resultados muy parecidos al que tuvo la de los buses rojos comprados en la administración municipal de í“scar Berger que se demostró al final de cuentas como un negocio oneroso para los guatemaltecos y muy jugoso para unos pocos que tuvieron participación en el mismo.

La verdad es que si el servicio público de transporte de pasajeros sigue en manos de particulares, éstos tienen que recibir el mismo trato que el resto de empresarios en el paí­s y correr con todos sus gastos sin esperar que el Estado les otorgue subsidios ni exoneraciones millonarias como la que ahora se plantea. E ideal serí­a que los autobuseros pudieran competir con una eficiente empresa estatal que, como lo está haciendo el Transmetro, pueda prestar un buen servicio a precio más bajo. Pero con los dueños de autobuses nos pasa lo mismo que con Taiwán y con las frecuencias de televisión, es decir, que estamos amarrados porque supieron invertir en el financiamiento de la campaña polí­tica del partido gobernante y en consecuencia se garantizaron la supervivencia a pesar de que esté demostrado hasta la saciedad que no conviene mantener esa situación.

Cualquiera con dos dedos de frente que conozca un poco de cómo funcionan los sistemas de transporte público en las principales ciudades del mundo sabrá que el modelo guatemalteco es una vergí¼enza. Pero lo peor de todo es que es un modelo intocable y que, lejos de correr el riesgo de desaparecer por inútil, reciben aportes millonarios del Estado porque así­ es como cobran el aporte que hicieron en campaña.