Director de la Oficina de la OIT para Centroamérica, Haití, Panamá y República Dominicana
Acaban de divulgarse, en Roma, la tercera encíclica del papa Ratzinger, Caritas en Veritate, y en L»Aquila la Declaración de la Cumbre del G8, «Liderazgo responsable para un futuro sustentable».
La primera encíclica social de Benedicto XVI desarrolla su pensamiento respecto de lo que debe ser el desarrollo en la globalización. La Declaración de las potencias mundiales mira a la crisis y desde ella otea lo que se requiere para que el futuro de la humanidad sea mejor.
No debe pasar desapercibido el reciente artículo de los presidentes Lula y Sarkozy, publicado en Sao Paulo y París, proponiendo una globalización más democrática, solidaria y justa. Los presidentes convocan a «una alianza para el cambio» pues no es posible enfrentar los desafíos del siglo XXI con instituciones del siglo XX. La reforma del Consejo de Seguridad de la ONU y la ampliación del poder de decisión global de la OIT están en su agenda para un orden internacional más equilibrado y solidario.
Un rol medular para la OIT aparece en la Declaración de L»Aquila, retomando lo señalado en la Cumbre del G20 (Londres, abril 2009): «Políticas sociales y de empleo son pilares centrales en el contexto de un nuevo marco global (…) Los países desarrollados, emergentes y en vías de desarrollo así como las instituciones internacionales deben trabajar juntos para asegurar un crecimiento orientado hacia la generación de empleo y promover la cohesión social. Llevar adelante la Agenda de Trabajo Decente de la OIT, apoyándose en la resolución de la OIT «Recuperación de la crisis: un pacto mundial para el empleo», es pertinente para responder a la crisis a nivel mundial y promover la dimensión social de la globalización».
En su Encíclica Benedicto XVI, reitera el llamamiento de Juan Pablo II para una coalición mundial a favor del trabajo decente, «alentando la estrategia de la Organización Internacional del Trabajo». Y se pregunta «Â¿Qué significa la palabra «decencia» aplicada al trabajo? Significa un trabajo que, en cualquier sociedad, sea expresión de la dignidad esencial de todo hombre o mujer: un trabajo libremente elegido, que asocie efectivamente a los trabajadores, hombres y mujeres, al desarrollo de su comunidad; un trabajo que, de este modo, haga que los trabajadores sean respetados, evitando toda discriminación; un trabajo que permita satisfacer las necesidades de las familias y escolarizar a los hijos sin que se vean obligados a trabajar; un trabajo que consienta a los trabajadores organizarse libremente y hacer oír su voz; un trabajo que deje espacio para reencontrarse adecuadamente con las propias raíces en el ámbito personal, familiar y espiritual; un trabajo que asegure una condición digna a los trabajadores que llegan a la jubilación» (n.63)
La centralidad de la persona humana en la respuesta a la crisis -que se inició en los mercados financieros y se ha proyectado a la economía real, destruyendo empleos y socavando la calidad de los que no han desaparecido- hace que el trabajo sea prioritario en la agenda internacional para la construcción de desarrollo integral, a nivel nacional y global. Pero no se trata de cualquier trabajo sino de uno que merezca el calificativo de decente porque respeta los derechos laborales, alienta la creación de más y mejores empleos a través de más y mejores empresas, promueve la protección social y contribuye con el diálogo social.
En ello, en julio de 2009, coinciden los principales líderes mundiales. Queda a todos los Estados miembros de la OIT -representando por gobiernos y organizaciones de trabajadores y empleadores- que el trabajo decente se incorpore efectivamente en la construcción de una globalización si se quieres que sea más justa y equitativa.
Desde su sede en Ginebra, la OIT alienta el trabajo decente pues -en la globalización- sin éste no hay justicia social y sin ésta no hay democracia.