Cuando se piensa en qué debiéramos esperar del próximo gobierno, lo primero que a mí me viene a la mente es la necesidad de disponer de un gobernante con el suficiente liderazgo para ser el gran articulador de consensos en el país para que la sociedad pueda unir esfuerzos en la construcción de un orden diferente que sea más incluyente, agresivo en la promoción del desarrollo, y apegado al régimen de legalidad para terminar con la impunidad. Generalmente se piensa que el gobernante tiene que ser el líder capaz de impulsar su propia agenda, pero rara vez entendemos que el trabajo no lo puede hacer nadie por su cuenta ni siquiera con la participación de unos cuantos amigos, sino que hace falta mover a todo el colectivo social para lograr resultados efectivos.
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Obviamente para poder construir un gran consenso hace falta un gobierno con liderazgo efectivo, que sobre la base de actuaciones firmes y honestas, pueda invitar a todos los sectores de forma tal que se sientan tomados en cuenta y con seriedad. Porque otros esfuerzos de pacto social han fracasado en el país porque no hemos tenido ese tipo de liderazgo comprometido, sino que muchas veces hemos visto que la falta de carácter de los gobernantes o su excesivo penduleo político, imposibilita alcanzar acuerdos con los distintos sectores. La confiabilidad es, en ese contexto, un elemento indispensable en el tipo de liderazgo que hace falta, puesto que tenemos que tener la certeza de que lo pactado en un amplio diálogo de los sectores de la sociedad, será implementado con decisión por la autoridad política del país.
Es un craso error de los electores suponer que existe una fórmula mágica y que elegir a uno de los candidatos constituye la solución a los problemas. Así hemos actuado en todas las elecciones desde 1985 y el resultado es una sucesión de quebrones de cara porque no entendemos que la tarea es demasiado grande como para que una persona la pueda hacer. Ni siquiera es tarea para un partido político y menos de esos remedos de partido que tenemos en Guatemala, sino que es tarea de toda la sociedad y lo que nunca hemos tenido es el tipo de gobierno que se preocupe por estructurar un esfuerzo incluyente que nos comprometa a todos en el magno esfuerzo de construir una nueva sociedad de respeto a las personas y a las leyes.
Lo que sí es cierto es que el país necesita un líder y que ese líder comprenda cabalmente cuál es su papel para hacer a todos los ciudadanos partícipes del esfuerzo por cambiar a Guatemala. ¿Saldrá ese liderazgo de este proceso electoral? Por el bien de Guatemala hay que esperar que eso ocurra, porque otro período de vacilaciones y corrupción extrema nos puede llevar al despeñadero. Otro período con los poderes ocultos dirigiendo tras bastidores el destino del país será fatal para el sueño de construir la democracia y de hacer del nuestro un país en el que podamos soñar con ilusión en un futuro mejor para nuestros hijos.
Repito que la tarea no es de un hombre ni siquiera de un pequeño equipo sino que debe ser un compromiso de todos los guatemaltecos de buena voluntad para aportar, con los sacrificios que hagan falta y el ejemplo de un gobierno honesto y decidido, cada quien su grano de arena y sobre todo su identificación con el magno empeño de cambiar al país. Todo lo demás suena a pura propaganda vacía para seguir engañando incautos y de eso hemos tenido demasiado en las últimas décadas.