El tiempo huye para no volver


EDUardo-Blandon-2013

Nos encaminamos al fin del presente mes y todo apunta a que el tiempo se nos va de las manos. De nada nos sirven los proyectos si hasta aquí hemos concretado poco, inútiles nuestros días si no avanzamos en cosas concretas. Revisemos las tareas y hagamos correctivos.

Eduardo Blandón


Fugit irreparabile tempus, afirmaba Virgilio, esto es, «el tiempo huye para no volver».  Es nuestra triste realidad, la incapacidad de salir del torbellino, la condena a una sucesión que no podemos parar.  Esto nos obliga a fundar una especie de economía de la vida en la que ponemos atención a los minutos para vivir como sabios.

La vida inconsciente es la del distraído, la del que se afana sin sacar provecho del instante.  Vivir en clave de derroche, existir sin horizonte, dirigido al vacío, con el horror de enterarse un día de la bancarrota. Como lo decía Darío:
   
    «Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
    y el temor de haber sido y un futuro terror…
    ¡Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
    y sufrir por la vida y por la sombra…»

Dicen que Miguel de Unamuno, el gran filósofo y novelista español, tenía  sensibilidad especial hacia este tema y expresaba con pavor la pérdida del ser que se lo comía la brevedad del tiempo.  De ese como de otros pensadores deberíamos aprender para comprometernos en la realización de nuestro propio destino.

Pocos enseñaron esta realidad, con gran didáctica, como Jean de La Fontaine.  En su fábula de «La liebre y la tortuga», seguramente reescrita a partir de las fábulas de Esopo, nos propone una moraleja que podemos evocar.

    (…) Se entretiene con cualquier cosa,
    menos con la apuesta. Al final, cuando ve
    que la otra tocaba casi la meta,
    parte como una flecha; pero los impulsos hechos
    fueron vanos: la tortuga llegó de primera.

¿De qué te sirve tu agilidad?, le pregunta la tortuga a la liebre.  ¿Qué te pasaría, si llevases, como yo, la casa a cuestas?  Esto enseña lo que he querido decir desde el principio, la fugacidad de la vida y el interés que debemos poner en hacer bien las tareas. Se trataría, para resumirlo, en no entretenerse con cualquier cosa.