El tema de nuestros tiempos


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Si nos atenemos a Heráclito, el filósofo griego antiguo que ripostó las intuiciones de Parménides, en la vida lo más regular es la irregularidad.  Todo es mutable y variable, indicó.  Y está bien, la experiencia parece darle la razón.  Sin embargo, el periodismo, los medios de comunicación en general,  parecen contradecir al filósofo admirado también por Hegel y Marx.  Veamos.

Eduardo Blandón

 


En el periodismo, la regularidad parece un principio ontológico invariable.  Es decir, nada más predecible que el mundo de la Prensa y las noticias.  Si resulta que el Presidente se califica y se pone más de ocho por su, según él, admirable gestión, la Prensa inmediatamente tiene gas para una semana, un mes o varios dí­as.  Henos a los periodistas siguiendo la comidilla del dí­a a dí­a.  De eso vivimos los que opinamos en los diarios.
 
Lo mismo sucedió con lo de Mahmud Ahmadinejad, bastó con destacar un dí­a que vendrí­a a la investidura del general Otto Pérez Molina para que tirios y troyanos se alborotaran.  La Prensa tiene para ratos y ahí­ nos tiene opinando, vertiendo nuestros criterios prejuiciosos o iluminados e imparciales, según el cristal y la voluntad de cada uno.  Somos especialistas en intoxicar la ecologí­a intelectual y emotiva de nuestros lectores.   
 
El tema de moda ahora, según lo que se pudo observar ayer en diferentes medios, es el prurito calificatorio.  Estamos ansiosos por ponerle nota a la gestión de ílvaro Colom.  Algunos “profesores” rigurosos, esos que dicen que “la letra con sangre entra”, califican al “mandilón de Colom”, así­ le llaman despectivamente, con “menos que cero”, emulando al escritor norteamericano Bret Easton Ellis.  Para la ortodoxia polí­tica, Colom debe pasar al panteón de los inútiles y despreciables.  Ha sido “el peor gobierno de la historia”, sancionan “ex cathedra”.
 
Hay también indulgentes, generosos, que defienden al Presidente saliente como un personaje hito en la historia del paí­s.  Quisieran un monumento para el “estadista de los pobres”, según ellos.  Hay de todo, hasta moderados y desinteresados que o bien tratan de ser justos y buscan luces en medio de las tinieblas, o simplemente les importa un bledo el tema.   En esa etapa periodí­stica nos encontramos en estos dí­as, entre tantos por supuesto.
 
En mi opinión eso de poner una nota al gobernante carece de sentido.  Según yo, los polí­ticos son una especie de hienas que cumplen puntualmente el llamado de su naturaleza.  La hiena es cobarde y carroñera, se roban entre ellas (practican el cleptoparasitismo) y ocasionalmente cazan por sí­ mismas, lo suelen hacer más bien en grupo.  Wikipedia dice que “con excepción de la muy sociable hiena manchada, son animales gregarios, aunque viven en grupos familiares y se congregan para cazar, una caracterí­stica tí­pica de las hienas son sus aullidos-ladridos generalmente nocturnos que se parecen a los de una risotada macabra humana”.
 
Eso son nuestros polí­ticos. ¿Qué sentido tiene ponerles un ocho, un siete o un cinco?  Todas roban y se rí­en “macabramente”.  Claro, hay algunos que rí­en más y hasta parecen simpáticos, como Alfonso Portillo, otros son detestables sólo con verlos, como el diabólico ílvaro Arzú, pero todos ellos cumplen el llamado de la naturaleza.  Pero, si poner nota nos gusta, no quiero quitarle a ninguno el impulso.  Sigamos con el juego que quizá a eso hemos venido a este mundo.