El tango, música emblemática originada en el Río de la Plata y declarada el miércoles Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO, se ha extendido por todo el mundo, atrapando al ritmo del dos por cuatro a parejas de Nueva York a París y de Helsinki a Bali.
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En París, ciudad que históricamente le dio validez internacional a esta música arrabalera otrora rechazada por la alta sociedad porteña, los aficionados se dan cita todos los días entre junio y octubre a orillas del Sena.
«Vengo desde hace siete años para encontrar la calidez de las milongas y un poco para contribuir a perpetuar este baile, cargado de historia, cultura y sensualidad», explicó el martes Alain Buinini, ingeniero francés de 60 años que heredó la pasión por este ritmo de su padre.
Anita Monteagudo, una profesora argentina de tango de 32 años que enseña en Buenos Aires, no oculta su sorpresa por el creciente interés de los extranjeros por la música y el baile de tango.
«Hace años que doy clases y he enseñado a brasileños, ingleses, españoles, italianos y estadounidenses, tanto turistas como extranjeros radicados en Buenos Aires», dijo.
«De acuerdo a mi experiencia, los alemanes y los japoneses son a los que más les gusta y los que más rápido aprenden por el tiempo y el empeño que ponen en las clases», relató.
Reveló que por el interés que despierta la danza en el mundo muchos profesores argentinos se pasan la mitad del año en el exterior: «Â¡Conozco gente que está trabajando en Bali!».
Según el sitio buenosairesmilongas.com, solo en la capital argentina existen unas 80 escuelas para aprender a bailar tango.
Y el creciente amor de los extranjeros por este tipo de ritmo quedó plasmado en agosto de este año en el Séptimo Mundial de Baile de Tango en Buenos Aires, donde una pareja de jóvenes japoneses destronó en la categoría Tango Salón la hegemonía argentina en una final disputada por parejas de América, Europa y Asia.
Esta edición -que se coronó con miles de parejas bailando en una céntrica calle de la capital- será recordada por su fuerte impronta europea en el palmarés, ya que el cuarto puesto fue para dos italianos y el octavo para una pareja rusa.
En Estados Unidos, en tanto, el tango volvió a ponerse de moda a mediados de los ochenta, con el espectáculo «Tango Argentina».
Para Carlos Quiroga, editor de la revista estadounidense bimensual Reportango, «el tango ha crecido a un punto realmente increíble en Nueva York».
Estimó que el 70% de quienes acuden a bailar tango no son argentinos. «Muchas veces ni siquiera son latinos y eso se explica por la universalidad del tango», dijo. «La gente se vuelca al tango porque tiene esa cuestión distinta, con el abrazo, que le da algo a la gente que no se encuentra en otros tipos de música».
Entre los lugares legendarios de Nueva York figuran «La Nacional» en la calle 14, el Lafayette Grill con un mínimo de cuatro eventos a la semana y la «All Night Milonga», donde le sacan viruta al piso desde las 9 de la noche hasta la madrugada.
La pasión por el dos por cuatro ha llegado hasta Finlandia, tierra cuyos pobladores tienen fama de reservados y taciturnos y donde desde 1985 una legión de aficionados participa todos los meses de julio en un festival dedicado a la versión nórdica del ritmo sudamericano.
Este tango -que comenzó a ser popular después de la Segunda Guerra Mundial- es más lento que el rioplatense y sus textos evocan con frecuencia los cuentos de la naturaleza y del campo finlandés.
Un estilo tal vez lejano de la música original, que al ritmo del bandoneón evoca la vida en el arrabal (el suburbio), las penas del corazón y la lejanía. Pero la prueba de que con su combinación de melancolía y sensualidad el tango sin duda ya no conoce fronteras.
Por una cabeza de un noble potrillo
que justo en la raya afloja al llegar
y que al regresar parece decir:
No olvides, hermano, vos sabés que no hay que jugar…
Por una cabeza, metejón de un día,
de aquella coqueta y risueña mujer
que al jurar sonriendo, el amor que está mintiendo,
quema en una hoguera todo mi querer.
Por una cabeza
todas las locuras,
su boca que besa
borra la tristeza,
calma la amargura.
Por una cabeza
si ella me olvida
qué importa perderme,
mil veces la vida
para qué vivir…
Cuántos desengaños, por una cabeza,
yo juré mil veces, no vuelvo a insistir,
pero si un mirar me hiere al pasar,
su boca de fuego, otra vez, quiero besar.
Basta de carreras, se acabó la timba,
un final reñido yo no vuelvo a ver,
pero si algún pingo llega a ser fija el domingo,
yo me juego entero, qué le voy a hacer.
Música: Carlos Gardel
Letra: Alfredo Le Pera