Mario Vargas Llosa anuncia a sus lectores una nueva novela que llevará el título de «El sueño del celta» que versará sobre el Congo Belga y en su artículo «La aventura colonial» publicado en el diario El Comercio (Lima, 28/12/2008) tiene la cortesía de exponer a sus lectores cuál es su visión sobre el ífrica sub sahariana que él honestamente declara desconocer todavía y que tiene intención de visitar próximamente.
Con esta novela el escritor peruano pretende internacionalizar sus temas ya que con excepción de «La tierra del fin del mundo» que sucede en un país limítrofe al Perú, sus novelas tratan temas auténticamente peruanos. Tal vez piense que esta circunstancia le ayudará a convencer a los miembros de la Academia Sueca de otorgarle el Premio Nobel.
La colonización del Congo por los belgas es un tema que al escritor peruano le viene preocupando desde hace varios años. Ya en 2001, a raíz de la invasión de Afganistán por los norteamericanos, escribió otro artículo titulado «Viaje a las tinieblas» en su prestigiosa columna «Piedra de toque» que aparece en varios periódicos del mundo. En dicho artículo, parafraseando a Joseph Conrad, Mario Vargas Llosa intentaba responsabilizar de la situación afgana a los países colonialistas europeos. No le podemos quitar la razón cuando culpa a los europeos de un comportamiento inhumano en sus colonias, de la degradación cultural a la que las sometieron y de su explotación económica sin beneficiar a la población autóctona, pero es dudoso que esa situación inadmisible en ífrica sea la causa del terrorismo islámico en Asia. MVL ilustra su teoría poniendo como ejemplo la colonización realizada por Bélgica que como Portugal, Italia, Holanda y España mantuvieron territorios en otros continentes, pero sorprendentemente se «olvida» del más grande Imperio colonial de los siglos XVIII y XIX.
El escritor palestino Edward W. Said también se refiere a la invasión afgana en parecidos términos, pero en lugar de plantearse las causas en un «choque de civilizaciones» al estilo de Huntington, la enfoca como como un «choque de ignorancias». Said le dedica un párrafo a Conrad sólo para demostrar «que las distinciones entre el Londres civilizado y «el corazón de las tinieblas» se venían abajo a toda velocidad en situaciones extremas». En cambio MVL, en un alarde retórico, intenta desviar el curso del río Congo de ífrica Central y llevárselo a Asia para hacerlo pasar nada menos que por Afganistán y desentierra a un rey con posesiones privadas en ífrica de hace dos siglos para presentarlo como un fanático cruel que sólo piensa en su enriquecimiento personal.
El argumento así expuesto es bastante forzado porque la colonización de ífrica por los países europeos poco tiene que ver con la realizada en Asia por Gran Bretaña. Pero parece que el autor de `La guerra del fin del mundo» en su afán por buscar las raíces del terrorismo islamista se pierde en las «tinieblas londinenses» de Joseph Conrad y no alcanza a atravesar el smog político.
Es obvio que las claves de la situación árabe actual no se encuentran en el libro de Joseph Conrad que describió la situación paupérrima de los africanos bajo una colonia europea, sino, en todo caso, en el colonialismo británico de la India, Pakistán, Sudán o Birmania en donde no sólo se cometían las mismas atrocidades que en ífrica sino que además se decidía la formación de los pueblos de forma artificial, mediante migraciones masivas entre ellos para dividirlos y separarlos de sus raíces creando una situación política sólo sostenible a través de una tiranía extranjera, que al desaparecer los ha convertido en auténticos polvorines.
Pero MVL parece que pasa por alto estos «detalles», no percibe las condiciones en las que el más grande imperio colonial de la historia, Gran Bretaña, mantenía a los pueblos que explotaba. La mayoría de los conflictos étnicos y religiosos que se han producido en el mundo árabe en los últimos años tiene su origen en los guetos creados por los británicos con la población autóctona que oprimían. Este «olvido» del escritor peruano dice mucho y bien de él ya que no quiere herir los sentimientos del país donde reside y se gana la vida, pero evidencia la sistemática parcialidad de su pensamiento en razón de sus propios intereses.
En su tenebroso análisis del conflicto afgano, el candidato al Premio Nobel de literatura, ignora también el colonialismo bélico y económico que se está llevando a cabo en nuestros días por parte de Norteamérica en su intento de sustituir al Reino Unido en sus antiguos dominios árabes. Un ejemplo claro ha sido el armamento que Estados Unidos le proporcionó a Irak para emplearlo contra Irán, la colaboración de Bin Laden con la CIA y posteriormente la invasión de Irák sin el consentimiento de la ONU alegando dos razones falsas: la fabricación de armas de destrucción masiva en suelo irakí y el apoyo al terrorismo de Al-Qaeda por parte de Saddam Hussein.
Aunque al pensamiento vargasllosiano pro globalización norteamericana le cueste reconocerlo, quien ha desatado la ira islamista sin lugar a dudas ha sido el moderno heredero del Imperio Británico, país que él tanto admira en su versión «maiamera» y no las antiguas colonias europeas de ífrica como pretende demostrar. La miseria y el abandono de ífrica es escandaloso y se debe al colonialismo europeo, pero el terrorismo islamista asiático no tiene ninguna conexión con los africanos sub saharianos que jamás han mostrado agresividad contra Occidente, sino muy al contrario se han adaptado a las culturas que han encontrado en sus migraciones. Por el contrario, el islamismo tiene raíces étnicas y religiosas, de raza y cultura oprimida. No es extraño que el odio fundamentalista del terrorismo islamista se concretara en la destrucción de las Torres Gemelas del centro de Nueva York como símbolo de la civilización que consideran opresora.
Si «El sueño del celta» de Mario Vargas Llosa desarrolla los planteamientos de los dos artículos mencionados, como nos tememos, se trataría de una novela de tesis que cargaría la mayor responsabilidad de las consecuencias del colonialismo a Europa y eximiría al mundo anglosajón de toda responsabilidad: por una parte al principal Imperio colonialista que fué Gran Bretaña y por otra a los actuales Estados Unidos que han demostrado actuar en Vietnam, Corea, Afganistán, Irán e Irak con las mismas técnicas diabólicas que antiguamente empleaba el Imperio Británico. Esperemos que no.