El sueño americano faltó a la cita con los refugiados iraquí­es


Hace cinco años, cuando la invasión estadounidense de Irak acababa de ocurrir, Alí­ ofrecí­a sus servicios de traductor al Ejército de Estados Unidos. Hoy, este ex oficial del Ejército de Saddam Hussein busca un empleo en Washington.


Alí­, que prefiere ocultar su verdadera identidad, forma parte de las decenas de iraquí­es «afortunados» que frecuentan una agencia de trabajo en Washington encargada de ayudar a los refugiados, a menudo muy cualificados, a encontrar un trabajo acorde con su profesión. Pero es una suerte que pagaron cara.

Alí­ trabajó cuatro años al servicio de los militares estadounidenses en Bagdad, recibió una distinción por la excelencia de su trabajo, y en septiembre pasado huyó a Siria tras ser denunciado por colaboración con el enemigo.

Desde hace cuatro meses está en Estados Unidos, donde trabaja como inspector de trabajo en una fábrica por 6,65 dólares la hora. «Tengo más de 15 años de experiencia como oficial y técnico en las Fuerzas Armadas iraquí­es, tengo un diploma de traductor. Me gustarí­a trabajar en la aviación», dice.

Pero, añade, dominado por la emoción, «estoy entre dos fuegos. Me gustarí­a volver a ver a mi mujer, a mi hija y a mi hijo, pero no puedo volver (…). Usted sabe, los terroristas (…). A veces siento que no tengo una meta».

Yasser Yakub, que usa igualmente un nombre prestado, trabajaba desde 2003 para la USAID, agencia estadounidense para el desarrollo internacional, en Basora.

«Vine a Estados Unidos tras recibir amenazas de muerte y dos de mis colegas fueran asesinados», dice Yakoub, quien explica que «sobrevive» como vendedor a comisión en Illinois (norte). Otros son conserjes, cajeros, lavaplatos en restaurantes.

Eman al-Timimi, ex asesora polí­tica que trabajaba para la embajada estadounidense en Basora, se describe como «una refugiada que busca empleo». También quiere traer a su sobrina. «Debo trabajar aquí­ para que ella tenga las mismas oportunidades que los niños que juegan fuera, lo merece», dice.

Los 40 iraquí­es que tratan de encontrar un empleo a través de esta agencia de trabajo cooperaron con subcontratistas, agencias del gobierno o militares estadounidenses, y deploran que no se consideren esos antecedentes.

«Muchas organizaciones obtienen contratos en Medio Oriente y ganan millones, pero ninguna nos propuso hasta hora un trabajo en Estados Unidos para protegernos, se indigna Yasser.

Kirk Johnson, que trabajó para la USAID en Irak, fundó en 2007 «The List Project», una asociación sin ánimo de lucro para ayudar a los refugiados iraquí­es a instalarse en Estados Unidos.

«Hay ONGs y subcontratistas que siguen en Irak, con contratos financiados por nuestro gobierno», dice Johnson. «Podrí­amos pensar que dadas las dimensiones de esos contratos obtenidos a espaldas de los iraquí­es, podrí­an contratar a algunos ahora que son refugiados», añade.

Entre las personas que a tí­tulo personal ayudaron a refugiados iraquí­es a ir a Estados Unidos, Tony Marquardt, ex sargento de la Guardia Nacional estadounidense, denuncia igualmente la aparente mala voluntad de las empresas y agencias estadounidenses.

Marquardt escribió cartas a Ali, lo recibió en el aeropuerto, lo ayudó a superar las dificultades administrativas y a buscar trabajo. «Era una prueba. No encontramos a nadie que interviniese para decirnos:»vamos a ayudarlos»». Sin embargo, recuerda Marquardt, «estos iraquí­es pusieron su vida en peligro para ayudar a los estadounidense y a su coalición».

De los dos millones de personas que huyeron de Irak desde 2003, Estados Unidos preveí­a acoger 12.000 entre octubre de 2007 y septiembre de 2008. Con 4.742 refugiados desde el primero de octubre, el paí­s de momento solo cumplió 40% de su objetivo.