Como una comprensible medida política para contrarrestar el riesgo de disturbios callejeros por la pretensión de los empresarios del transporte urbano de la capital de Guatemala de modificar las tarifas del pasaje a raíz del incremento de los precios de los combustibles, el presidente í“scar Berger, anunció ayer que el Gobierno efectuará los ajustes necesarios en las asignaciones del subsidio para hacer frente al problema que tiene su origen en la carestía del petróleo a nivel internacional.
El gobernante explicó que los pagos del subsidio al transporte se moverán conforme se produzcan las fluctuaciones de los precios del oro negro en el mercado mundial. Obviamente el Presidente está haciendo el máximo esfuerzo por impedir un alza en las tarifas saliendo al paso ante la amenaza de alteraciones del orden público, que de producirse, podrían configurar una mancha desagradable e incómoda en la última etapa de la gestión de su gobierno.
Desdichadamente, el subsidio únicamente ha sido un paliativo para ir postergando el tema del servicio del transporte urbano, que luego de muchos años no sólo es de pésima calidad, sino la fuente de constantes riesgos para la seguridad de los pasajeros.
Después de casi dos décadas de control de la Municipalidad de Guatemala, el grupo político del alcalde ílvaro Arzú no ha podido impulsar acciones reales para buscar una solución estructural al problema, con excepción del Transmetro el cual es un parche político que, según algunos conocedores del asunto, diariamente deja cuantiosas pérdidas que estarían siendo cubiertas con fondos provenientes de las contribuciones de los vecinos, que además de provocar serios problemas de tránsito, ha causado la ruina de muchos negocios en su trayecto. Asimismo, en algunos sectores el constante paso de los pesados autobuses articulados, ha originado frecuentes hundimientos en el pavimento con el peligro de daños para el sistema de drenajes.
El problema del deficiente servicio del transporte urbano, tiene profundas raíces económicas y políticas. Es un secreto a voces, que los empresarios exigen a los conductores una determinada cuota de pasajes o de dinero, permitiéndoles que se queden con el excedente para redondear sus propios ingresos. De allí, la insaciable voracidad entre los choferes con una brutal e irracional competencia de velocidad para tratar de levantar el mayor número de pasajeros, lo que explica los frecuentes accidentes de tránsito con el saldo trágico de muertos y heridos. Sin duda, la anarquía favorece a muchos de los empresarios, pues de esta manera evaden el control fiscal, y el pago de las respectivas prestaciones laborales a sus trabajadores.