El Sr. Lobo


Humberto Montero
periodista y analista polí­tico, hmontero@larazon.es

Aposté hace una semana por la dolarización de Iberomérica en esta misma columna. He recibido algunas crí­ticas. Sus argumentos son válidos e incluso comparto parte de ellos. Sin embargo, les daré una primicia: no estoy solo en esto. El nuevo presidente de Honduras, el conservador Porfirio Lobo, está, al menos, conmigo. Conversé con él a unas horas de convertirse en el tercer mandatario que tienen los hondureños en apenas cinco meses. Su legitimidad está fuera de toda duda por mucho que parte de sus socios continentales y España, entre otros, se empeñen en desconocer, por ahora, el veredicto de las urnas. La entrevista exclusiva que realicé para LA RAZí“N no deja lugar a la duda sobre cuál era la solución a la crisis polí­tica: la libre decisión de los hondureños. Más aún si tomamos al pie de la letra el titular que Lobo me regaló: «Zelaya podrá residir en Honduras; tendrá tratamiento de ex presidente». Tras casi 45 minutos de conversación, como colofón, Lobo me aseguró (lo adelanto a LA HORA pues su respuesta no fue incluida en la transcripción de la entrevista publicada) que la dolarización «es un tema a analizar». «Ustedes lo han hecho muy bien en Europa con el euro y Centroamérica debe de competir unida en el mundo. De manera que es un asunto que estoy dispuesto a poner en agenda», me aseguró.

La elección de Lobo cuenta con el reconocimiento de Estados Unidos, el más importante. Los escasos mandatarios latinoamericanos que han tenido la gentileza de acudir a la XIX Cumbre Iberoamericana que concluyó ayer en Estoril han matizado, hasta disolver por completo, su oposición a validar la victoria de Lobo. El presidente español, José Luis Rodrí­guez Zapatero, acostumbrado como está a navegar en la más absoluta indefinición, ha expresado que el problema no es reconocer o no las elecciones sino lograr un acuerdo. Afortunadamente, España parece desmarcarse tí­midamente de la lí­nea que mantienen los bolivarianos (las elecciones fueron una «farsa») y que secundan en menor medida Brasil y Argentina (hay que restituir a Zelaya aunque sea virtualmente hasta que Lobo tome posesión). Caminar de nuevo contra Estados Unidos serí­a una equivocación que no se puede permitir España. México, Colombia, Costa Rica, Panamá y Perú están donde deben y donde parece que a Zapatero no le gusta estar: con sus aliados.

Comparto la inquietud de quienes creen, como Lula da Silva, que el «golpe Micheletti» crea un peligroso precedente para toda Iberoamérica, pero la realidad es que esta crisis, de carácter puramente polí­tico, está dañando al pueblo hondureño y, muy especialmente, a los más desfavorecidos. Por eso es necesario resolverla ya. Me consta que Lobo -un hombre de consenso que mantiene viejos amigos hasta en la izquierda radical pese a declararse «un católico neoliberal y humanista»- tiene previsto ofrecerle a Zelaya en las próximas horas una salida honrosa a su complicada situación. Hará bien. Ni Honduras ni Centroamérica pueden permitirse dilatar por más tiempo este asunto.

Tampoco Zelaya. Ya no cuenta ni siquiera con el respaldo personal de Obama. Nunca tuvo el apoyo polí­tico tácito del departamento de Estado que dirige Hillary Clinton por su vinculación al ALBA de Chávez. «Una cosa es que Bolivia y Ecuador marchen por los senderos que determina Caracas y otra muy distinta es que el chavismo se extienda por Centroamérica», me asegura una fuente diplomática estadounidense radicada en Madrid.

Peor aún para Zelaya es que su adalid caribeño tenga demasiados problemas internos como para seguir en una pelea perdida sobre la que ya se ha pronunciado cerca del 60% del electorado hondureño. A pesar de que Chávez mantiene que las elecciones son un «fraude», su capacidad de presión es cada vez menor centrado como está en aplacar la ira de sus conciudadanos por una situación cada dí­a más caótica. Mientras el lí­der venezolano prosigue con su polí­tica de estatalizaciones -lo último es hacerse con casi el 70 por ciento de la producción cafetera, con lo que ya podrá poner su cara en los paquetes de café bolivarianos- los cortes eléctricos y de agua se mantienen en el paí­s y la ola de criminalidad se ha transformado en una plaga bí­blica a la que se suma la profunda crisis económica. Los venezolanos que aún no están polí­ticamente polarizados -la inmensa mayorí­a- comienzan a cansarse de que las cosas no funcionen por culpa de un gobierno que no gobierna y que sólo está para las declaraciones más rocambolescas.

Harí­a bien Zelaya en pactar con el Sr. Lobo, es su última oportunidad.