El sonido íntimo de la música de Schubert


celso

Continuamos este sábado exponiendo la originalidad de la música de Schubert que es un canto íntimo y profundo a las sonoridades del siglo XIX en contraste a Brahms y al propio Shumann quienes ya buscaban nuevos horizontes musicales. Esta columna constituye como siempre un homenaje a Casiopea, cuyo sonido único se convierte en cascada de miel, esposa dorada, quien es barco despeñado en mi corazón ardiente y a quien ciño la cintura en la plenitud del alba.

Celso A. Lara Figueroa
Del Collegium Musicum de Caracas, Venezuela


Schubert nunca llegó a apropiarse totalmente de  la poesía; quedó como resultado de su esfuerzo una contradicción de la cual, sin duda alguna, se dio perfecta cuenta, a pesar de su temperamento poco partidario del planteamiento de problemas; pero nunca lo expresó abiertamente.  La profunda tragedia que encierra este problema nunca resuelto en forma decisiva por el compositor, contradice suficientemente la idea popular de un Schubert siempre alegre, como figura representativa del estilo pequeño-burgués, de sentimentalismo típicamente austriaco. 
 
Pero tal antagonismo en su obra no era un rasgo particular de la producción schubertiana, sino común a todos los compositores románticos.  Todos ellos habían de enfrentarse en sus obras cíclicas con el problema de la forma clásica; este antagonismo engendró la tendencia hacia tipos formados de un solo movimiento como la obertura concertante, la pieza lírica de piano (Klavierstük), el impromtu y el momento musical.  El conflicto que se planteó a los compositores del Romanticismo a consecuencia de esta situación problemática frente al clasicismo musical, había de resolverlo cada uno de ellos por su cuenta, tanto Schubert y E. T. A. Hoffmann, como Robert Schumann y Hugo Wolf.  Pero lo que destaca en el caso de Schubert es la proximidad inmediata, en el tiempo, de la figura de Beethoven,  aproximación que agudizó notablemente la inevitable colisión: Los Lieder de Schubert o canciones íntimas. 

A pesar de la modesta y fugaz existencia que tuvo este músico, la inspiración melódica, en la cual se funden tan extraordinariamente la serenidad y la pasión, la melancolía y la sensualidad, debe haber brotado incesante, instintiva y casi inconscientemente.  Schubert no disponía ni siquiera de un piano, pero durante toda la mañana en el verano, a partir de las siete, en el invierno, a partir de las nueve, estaba sentado ante su mesa de trabajo, escribiendo una canción después de otra.  Siendo todavía casi un muchacho, a los dieciocho años de edad, obsequió al mundo en dos años dichosos con unos 250 lieder.  La fuente de inspiración que brotó entonces con una fuerza vital incomparable, no había de agotarse hasta su muerte en plena edad juvenil.  En los doce años siguientes, que todavía le fueron concedidos de vida por el destino, el número de sus composiciones para voz y piano se elevó hasta seiscientas.

Liszt le llamó en alguna ocasión el músico más poético que jamás había nacido; con ello caracterizó, en pocas palabras acertadas, el punto cardinal de su producción.  La selección meticulosa que hizo Schubert de los textos poéticos para sus melodías, revela una comprensión vasta e incomparable para la poesía; casi todos los poetas del círculo de sus amigos austriacos, pero también los líricos alemanes más importantes entre los años 1740 y 1825, de Klopstock y Goethe hasta Heine, están representados en su obra vocal.  La integridad de la poesía fue para él un verdadero evangelio.  Se abandonó con una compenetración tan completa, tan cariñosa, al contenido emotivo de sus  textos, que su música para ellos no solamente lo refleja hasta en sus más íntimas profundidades, sino que Schubert creó en realidad un estilo musical personal, que coincidía perfectamente con el carácter de cada uno de ellos.