El Siglo de Oro en Londres


La National Gallery de Londres acoge a partir del miércoles una exposición que propone una nueva mirada sobre la pintura religiosa española del Siglo de Oro a través de su estrecha relación con la mucho menos conocidas esculturas policromadas de la misma época.


Organizada para «impresionar los sentidos y conmover el alma», «Lo Sagrado Hecho Real: pintura y escultura española de 1600 a 1700», reúne 16 cuadros y 16 esculturas policromadas en madera de los grandes maestros barrocos de ambos géneros para ilustrar su interconexión.

Algunas de las más famosas obras religiosas de Francisco de Zurbarán o Diego Velázquez aparecen aquí­ expuestas junto a las tallas de Juan Martí­nez Montañés, Pedro de Mena, Juan de Mesa o Gregorio Fernández, algunas de las cuales no habí­an salido nunca de España, donde siguen siendo veneradas en lugares de culto o con ocasión de las procesiones de Semana Santa.

«La inmaculada concepción» (1618/19) de Velázquez -un cuadro que pintó con 18 años y del que «casi puedes sacar (a la virgen) y ponerla en el suelo»- y la delicada talla realizada sobre el tema por Montañés al mismo tiempo en Sevilla, son perfectos ejemplos del diálogo entre ambos géneros, según el comisario de la exposición, Xavier Bray.

Ambos artistas trabajaron estrechamente con Francisco Pacheco, que pintó muchas de las tallas de Montañés -conocido por sus coetáneos como «el dios de la madera»- y que al mismo tiempo fue uno de los maestros del joven Velázquez en el arte de policromar esculturas, y luego también su suegro.

«Lo que esta muestra busca sugerir es que los pintores españoles trabajaban directamente con los escultores que les ayudaban a crear un estilo muy naturalista», explicó Bray, que necesitó 10 años para montar la exposición debido a las reticencias de las autoridades religiosas a prestar sus piezas.

Una colaboración que a veces se volví­a rivalidad. «Hay una competición entre pintura y escultura, quién lo hace mejor, quién captura la realidad de la manera más efectiva», señala Bray. «Siempre es una batalla muy igualada».

Generalmente eran los pintores los que miraban hacia la imaginerí­a, pero no siempre, como demuestra la austera interpretación de «San Francisco» meditando de pie, una joya de Juan de Mena, muy probablemente inspirada en el imponente «San Francisco en éxtasis» de Zurbarán.

Para imprimirle un mayor realismo, el autor utiliza pelo humano en las pestañas. Otras tallas llevan ojos y lágrimas de cristal, dientes de marfil o de hueso, uñas de cuerno o incluso corteza de árbol pintada simulando la sangre coagulada, a imagen del «Cristo yacente» de Gregorio Fernández.

Más perturbadora aún es la «Cabeza decapitada de San Juan Bautista», de Juan de Mesa, que introduce sin ningún preámbulo al visitante a este arte todaví­a desconocido para el público extranjero, que también podrá descubrir en una sala especial del museo el proceso de elaboración de una escultura policromada.

Otra joya de la muestra es «Marí­a Magdalena», otra talla de Juan de Mena, el artesano que rompió las severas reglas hasta entonces existentes pintando sus propias tallas, lo que con el tiempo hizo desaparecer la conexión entre la pintura y la imaginerí­a.

«Este es un gran momento para tratar de rectificar y volverlas a reunir para que puedan hablar de nuevo», concluyó Bray.

Como el contenido es 100%% religioso, la National Gallery ha querido terminar el recorrido con una sala de meditación, presidida por el «San Serapio» de Zurbarán, una obra que demuestra como la pintura es capaz de lograr el mismo realismo que una escultura.

Después de Londres, donde permanecerá abierta hasta el 24 de enero, la exposición viajará a la National Gallery de Washington.