El show religioso


Editorial_LHEn Guatemala está constitucionalmente establecida la separación del Estado y la Iglesia como un principio fundamental que persigue impedir las manipulaciones que se pueden hacer desde el ejercicio del poder apelando a sentimientos religiosos de la población o de parte de ella. Eso no quiere decir, desde luego, que las autoridades tengan vedada la práctica de su religión ni que tengan que limitar dicha práctica a la intimidad del hogar, pero sí que institucionalmente, como representantes del Estado, deben abstenerse de utilizar toda forma de púlpito con fines políticos.


No tenemos un sistema de gobierno teocrático y por lo tanto no podemos atribuir a Dios la responsabilidad por los gobernantes y autoridades que tenemos. Por principio de la constitución del Estado, la autoridad proviene de la voluntad del pueblo y no de la voluntad divina, aspecto muy importante porque contradice mucho de lo que algunas de nuestras autoridades dijeron en esa jornada de oración convertida en show religioso de poco sustento. Ni Dios castigó a Muadi permitiendo que llegara a presidir el Congreso, ni nos castigó a los guatemaltecos con su pobre ejercicio. Simplemente fue una componenda entre los dirigentes del oficialismo lo que le permitió ocupar la posición en la que tanto se entretiene haciendo correr a sus guardaespaldas para que sea visible su autoridad.
 
 No podemos culpar a Dios por el sistema de corrupción que prevalece en el país porque si bien la lectura bíblica dice que el fiel “en Cristo todo lo puede”, no hay que entender eso como una patente de corso para que las autoridades hagan todo tipo de negocios, desde regalar los puertos hasta aceptar el cobro ilegal de una deuda flotante que aun sin ser honrada, nuestros dirigentes quieren “honrar” para quedar bien con sus financistas.
 
 Dios no tiene que ver con las deficiencias en nuestro sistema de justicia y por lo tanto no vale la pena mezclar las dificultades o los logros que haya en esa materia con la voluntad de Dios.
 
 Los creyentes vemos, efectivamente, la mano de Dios en toda la vida, pero eso no significa que olvidemos que los humanos gozamos del libre albedrío, lo cual nos permite actuar bien o mal. De nuestros actos responderemos algún día ante Dios, pero no podemos responsabilizarlo a él de nuestras propias incapacidades mucho menos  intentar, ni siquiera por asomo, lavarnos las manos diciendo que las lacras que nos aquejan provienen de Dios.
 
 Que los pastores o los sacerdotes llamen a días de oración es bueno y bueno sería que nuestras autoridades oraran, en lo individual y para su propio fuero, sin manosear a Dios queriéndolo pintar como cómplice de sus abusos y excesos.

Minutero:
Si de Dios viene el poder 
tendría que ser un dios malo 
quien nos dio como regalo 
a los que solo saben morder