Me parece que los seres humanos desarrollamos un sentido estético, una especie de brújula o sensibilidad con el mundo que nos permite apreciar las cosas. Es decir, el reino que aparece a nuestros ojos no nos es indiferente, lo estimamos o lo despreciamos, sin remedio. Es este rasgo de nuestro carácter el que induce a algunos a pensar que somos no sólo animales racionales, sino también (o sobre todo) animales estéticos.Â
Lo nuestro es la percepción de la belleza. Andamos por el mundo juzgando, admirando y sintiendo esos elementos que eventualmente nos hacen suspirar o sentir asco. ¿Con qué criterios?, ¿bajo qué circunstancias?  Aquí tiene que ver mucho la educación recibida, las condiciones históricas y la natural sensibilidad de cada uno. No todos tenemos desarrollado el mismo paladar estético.Â
Hay paladares y paladares. Hablemos del sentido del gusto de Stalin, por ejemplo, aprovechando un artículo con el que me tropecé el otro día. Resulta que en una exhibición de pinturas realizada en Moscú la semana pasada, se pudo apreciar el daltonismo estético de ese hombre controversial no sólo en el ámbito político. Parece ser que el gobernante ruso era amante de escribir sobre las pinturas y hacer comentarios vulgares o, como mínimo superficiales, en ellas. Echemos un vistazo.
«No te sientes con el culo desnudo en la piedra. Ve al Komsomol (juventudes comunistas) o a la rabfak (universidad obrera)». Escribió el poderoso hombre ruso con lápiz rojo junto a la imagen de un muchacho desnudo de Valentin Serov (1861-1911). Y abajo en lápiz negro: «Denle calzoncillos al chico». Un hombre con un gran sentido estético, ¿no? O al menos gracioso (según él).
«Â¿Por qué estás tan flaco Mijail Ivanich? /Trabajo/ El anonismo (por onanismo) no es trabajo /Dedícate al marxismo. Je je/». Este comentario en rojo acompaña la figura de un anciano, cuyos genitales han sido contorneados por el mismo lápiz. Sin duda es una hermosa observación, ¿no? Revela lo pulido de su educación frente a lo artístico.
Junto a la imagen de un fornido modelo masculino, Stalin escribe: «Pelirrojo bribón Rádek, si no hubieras orinado cara al viento, si no hubieras sido malo, estarías vivo». El texto alude a Karl Rádek, uno de los autores de la constitución de 1936, procesado en 1937 y asesinado en la cárcel por agentes del KGB en 1939.
Citemos el último cuadro con comentarios «graciosos» de Stalin. En un dibujo de Valentin Serov, en el que se ve una mujer yaciendo en el suelo y un hombre de pie rascándose la cabeza en actitud dubitativa, se lee el texto: «Â¡imbécil!» Se olvidó completamente de qué hacer». «Un idiota pensativo es peor que diez enemigos», reza otro texto.
El caso de Stalin nos confirma que efectivamente somos animales estéticos, pero en algunos individuos, no hay duda, prevalece más lo primero que lo segundo. Que no sea éste nuestro caso.
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