Las mentiras sólo convienen y engañan a quienes las generan y propalan. Cuando la verdad se impone, son ellos los que pagan los elevados costos de su proceder. Es esto lo que está sucediendo en Irak, cuya guerra fue preparada y desencadenada por los jerarcas de la Casa Blanca sobre la base de burdas mentiras y patrañas con las que el presidente George W. Bush, trató de involucrar a la Organización de Naciones Unidas, (ONU), por un lado y, por el otro, arrastró y comprometió a dos de sus más incondicionales aliados: los señores Tony Blair y José María Aznar.
La más elemental lógica indica que los estrategas del Pentágono y algunos altos oficiales estadounidenses en condición de retiro, tendrían que saber que al momento que las tropas de ocupación empiezan a empantanarse, comienza la derrota en el terreno de operaciones y tendrían que tomar medidas que pueden consistir en el retiro total e inmediato de sus efectivos o el retiro gradual a un plazo definido y convenido.
Otro camino que les queda es aferrarse al error y «proclamar» su «decisión» de «luchar» hasta alcanzar «la victoria» que, a esas alturas, resulta casi imposible y supone el aumento de efectivos y reajustes sustanciales en lo operativo, sobre el terreno y entre la población ocupada.
La experiencia práctica, y no los textos y ordenanzas, enseñan que en Irak y en un momento como el actual, lo anterior ya no es viable. Ninguna duda cabe de que quienes comandan y dirigen a las tropas estadounidenses, el presidente George W. Bush, los más conservadores de los elefantes republicanos y los grandes potentados que están detrás de ellos y son en realidad los dueños del poder en Washington, aparentan no saber que ya perdieron su guerra. Tampoco hablan de lo que en realidad está pasando en Irak.
Ahora bien, retomando los costos sufridos por el pueblo iraquí como consecuencia del embargo total que el 6 de agosto de 1990 le impuso la ONU, y de la «Operación Tormenta del Desierto», entre 1991 y 1997, y a causa de la desnutrición y falta de medicamentos, murieron más de un millón de iraquíes, entre ellos unos 50 mil niños menores de cinco años.
En relación a la actual guerra, el doctor cubano en Ciencias, Izquierdo Canos, en su trabajo ya citado, en mayo de 2003, se preguntaba si sería «posible algún día conocer el verdadero costo humano de la guerra de Irak, ¿cuántos niños, mujeres, ancianos, desvalidos y otros han muerto y cuántos seguirán muriendo a causa de esa infame, injustificada y despiadada guerra?, y si será posible acaso cuantificar el valor de la humillación a los sentimientos de la herida dignidad y la moral del pueblo iraquí; ¿a cuánto ascienden los daños ocasionados a una cultura milenaria que es patrimonio de la humanidad; a cuánto ascenderá el monto del despojo de su riqueza petrolera?».
Al menos a uno o dos aspectos de las interrogantes planteadas, paso a referirme enseguida.
En vísperas de las elecciones de noviembre en Estados Unidos, se informó que alrededor de 650 mil iraquíes habían muerto y más de 6 millones se vieron obligados a abandonar el país a causa de la guerra. Se habla, además, de que alrededor de 20 mil efectivos estadounidenses han sido heridos y unos 8 mil soldados han desertado. Con las cinco bajas que oficialmente se reconoció que sufrieron el día de hoy, el número de soldados estadounidenses muertos en Irak asciende a 2 mil 935, octubre fue uno de los meses en que más muertos le ocasionó la resistencia iraquí a los ocupantes: las bajas ascendieron a 103 soldados muertos, cifra sólo superada por los abatidos en noviembre de 2004 cuando murieron 134. En estas cifras, según refiere el periodista francés Arthur Lepic en su artículo «El halcón pierde un ala», publicado en Red Voltaire del pasado 15 de noviembre, y que contiene «el balance desconocido de la guerra en Irak», no entran los soldados de otros países «que se enrolan con la esperanza de obtener la ciudadanía estadounidense, mercenarios y otros ’contratados civiles’.
La proporción, en consecuencia «se sitúa en un promedio de 7 hombres muertos cada día en el bando estadounidense, como en el momento más duro de la guerra de Vietnam, en 1968», Se trata, entonces, de «un hostigamiento constante y omnipresente contra las fuerzas de la coalición (que) se desarrolla prácticamente a través de todo el territorio iraquí. No hay un rincón en el que los ocupantes puedan sentirse a salvo», afirma Lepic.
Y como el cálculo inicial para concluir este tema me sobrepasó, dejo para los primeros días del año entrante lo que está pendiente. Me disculpo por ello. Además, agradezco a Alianza Estratégica por los Derechos Humanos, la invitación a participar en el panel foro «Â¿Estamos construyendo la paz en Guatemala?», que tendrá lugar el próximo viernes 15, a las 17 horas, en el Hotel Panamerican. También intervendrán el doctor Héctor Rosada, el politólogo Jorge Fuentes Aqueche, y el licenciado Edmundo López Alvarado. Factor Méndez Doninelli, será el moderador.