El saqueo


EDUardo-Blandon-2013

Puede ser que los políticos alguna vez hayan sentido miedo al tener que meter las manos en el erario público.  Es posible que experimentaran dudas, que sufrieran alguna pena, escrúpulos por un dinero que no es propio.  Se les puede imaginar cautos, prudentes, con el propósito de no dejar un mal sabor en la opinión pública.  Ahora es difícil imaginarlo.

Eduardo Blandón


Es complicado concebir políticos honestos porque nos tienen acostumbrados a lo contrario.  La mayor parte de quienes hacen de la política un modo de vida, no son ni cautos, ni prudentes.  No son escrupulosos ni tienen pena.  No tienen ninguna duda en meter la mano en el erario público.  Y no les angustia la sanción pública.

Son desvergonzados la mayoría de nuestros políticos porque el suelo donde realizan sus fechorías es fértil.   No hay contraloría que le siga la pista al manejo del dinero, carecemos de justicia que encarcele a los malhechores y el sistema mismo está hecho para la patraña.  Así, robar es el mejor oficio cuando se llega a un cargo público.  Se llega con poco y se sale con mucho.  Y no les alcanza.
 
Roban desvergonzadamente.  Al punto que son capaces de no entregar computadoras y escamotearse hasta los escritorios.  No son tímidos.  Salen de viaje, se hospedan en lujosos hoteles y comen con exquisitez.  Si van en compañía, llevan a sus amantes, si es lo contrario, pagan servicios “ad hoc”.  Las reuniones siempre son un pretexto y la mayor parte de las veces, asisten con prisa a ellas.
 
No se sienten incómodos porque “cosi fan tutti”.  Ya se les puede ver espiritualizando el atraco: “Si Dios me puso aquí, fue con algún propósito”.  “Es una bendición, no puedo desaprovecharla”.  Cuatro años mamando de la teta.  Ocho años, algunos con más suerte.  Doce años o más, los benditos del cielo (según ellos).  La mama produce adicción y cuesta quitárselas a quienes hacen gobierno.
 
Exceptuando los ladrones profesionales que llegan al Estado con propósitos de saqueo, el burócrata empieza tímido.  Sus estafas son nimias: no llega a trabajar, se agencia de computadoras y lapiceros y con mucho esfuerzo reclama una secretaria (la que sea, no es muy exigente) para su exhausto trabajo burocrático.

Con el tiempo se afinan los métodos y el hambre se torna insaciable.  En esa etapa estamos hoy.  El trabajo de Sinibaldi, Pérez Molina y Baldetti, es prototípico.  Hay en su labor, desvergüenza, inescrúpulo y ninguna pena.  Lo tienen claro: este es el golpe de su gobierno y las condiciones están dadas.  Los demás políticos quieren su parte, no se opondrán a lo inevitable.  Así Guatemala empobrece inexorablemente más.  No hay remedio.