Nunca vi un país, tan pequeño y tan grande, como presencié a San Salvador, República de El Salvador, la noche del 23 de noviembre del presente año en un día Nacional de Oración, creado por Decreto Legislativo para que esa hermosa nación unidad, como un solo hombre, una a sus hijos, en un día de clamor, oración y alabanza como el único pueblo que lleva el nombre del SALVADOR DEL MUNDO.
Un país que honra al Altísimo, colocándose a la vanguardia de los pueblos más cultos de la Tierra, no puede esperar otra cosas que, en tanto que el mundo se ensombrece la economía se derrumba, el valor de las monedas desciende, la contaminación crece, la violencia ensaya nuevas tácticas para el robo descarado y la inmoralidad sexual llega al colmo sodomita, está destinado a ser bendecido por Dios.
Qué sería de mi amada Guatemala si tan solo ella, el país de la eterna primavera imitara a esa patria hermana que no sólo erige un hermoso monumento al Libro de los libros, la Santa Biblia, sino que crea por decreto Legislativo el Día Nacional de Oración. Un país que no se avergí¼enza de Dios que le dió vida y nombre, no abandonará jamás a la tierra que lo honra, en presencia de cuerpo diplomático y consular Presidente de la República; teniendo a su lado a la señora Ana Vilma de Escobar, vicepresidente,y a los más altos dignatarios de los poderes del Estado.
Allí estaban en esa noche memorable del 23 de noviembre de 2007, los diputados de la asamblea nacional, los miembros del Gabinete de gobierno, altos dirigentes de la Fuerza Armada, pastores evangélicos, el Arzobispo de El Salvador, sacerdotes, laicos representantes de los partidos políticos, comunicadores sociales, todo difundido con elegante y expresiva presentación de Canal 10 de televisión.
Me llamó la atención, no sólo la presencia sino la actitud de profunda reverencia del presidente de la República don Elías Antonio Saca, quien en su brillante discurso agradeció la presencia masiva del pueblo salvadoreño, de las autoridades y de toda la nación, cuyos habitantes permanecían espiritualmente de la mano y con los rostros inclinados antes el Dios de toda la Tierra para pedir su ayuda y protección hacia un país que ha aprendido a reverenciar su nombre.
La oración, dijo el Presidente del Salvador, no debe practicarse solo en un evento como este. Debe ser una actitud diaria, porque sólo teniendo comunión con el Hacedor del mundo podemos tener la ayuda necesaria para gobernar y mantener unido a un pueblo en formas de pensar como esta. Nuestra bandera, dijo el presidente Saca, tiene una trilogía bendita: Dios, Unión y Libertad. Cada vez que los problemas se complican, acotó, cuando la noche es más oscura, y no se ve con los ojos materiales una salida a la crisis, clamamos a Dios y íˆl nos responde.
Francamente fuimos conmovidos al ver a una multitud reunida, sonriente, en una actitud de adoración. Allí ancianos, hombres, mujeres y personas de todas las clases sociales sin distingo de credo, religión, posición social o política se dieron la mano y batiendo palmas con mucha alegría también cantaron bajo la dirección de un magnifico conjunto musical que amenizó esta jornada.
Los pastores de las distintas denominaciones pronunciaron sendos discursos en un maravilloso plano de unidad, fraternidad y esperanza, destacándose por su importancia la alocución del pastor de la iglesia Centroamericana de San Salvador, quien elogio la actitud del gobierno salvadoreño de dar suprema importancia a las cosas del espíritu y de manera especial a la oración unida. Durante el peligroso huracán de hace dos años que azotó la república salvadoreña el pueblo doblo sus rodillas y Dios desvió el peligroso huracán que iba directo a destruir el corazón de esa noble tierra Centroamericana.