El salario mí­nimo



Alrededor del tema del salario mí­nimo hay mitos máximos, puesto que con tal de descalificar la existencia de un sueldo considerado como básico para cubrir necesidades elementales, se dice cualquier cosa con o sin respaldo en hechos y estadí­sticas. La primera expresión que surge ante la mención simple del salario mí­nimo es que generará desempleo porque mucha gente recortará personal si tiene que subir los sueldos por decreto. En realidad la situación de empleo en el paí­s no varió mucho durante los cuatro años de Portillo, durante los cuales se produjo el más sostenido incremento de salario mí­nimo de la historia reciente.

Cuando se habla de salario mí­nimo fijado por productividad, el argumento podrí­a revertirse diciendo que a mayor salario mí­nimo, también mayor debe ser la productividad del trabajador porque de lo contrario el empleador buscará un sustituto. No es que las empresas despidan a todo el mundo, pero obviamente cuando se paga un mejor salario también se espera un mejor rendimiento y generalmente se consigue.

Este gobierno no ha ocultado su inclinación pro empresarial (como Portillo no ocultó la suya contra los empresarios) y el resultado ha sido directamente inverso. Si el gobierno anterior subió por decreto el salario mí­nimo, este gobierno lo ha mantenido estático, a pesar de que ello se traduce en una reducción importante de la capacidad de compra de los trabajadores y, por lógica, una menor capacidad de venta de comerciantes e industriales.

Creemos que si bien el salario mí­nimo no resuelve el problema de las necesidades del trabajador, hay que entender que se convierte en una necesidad por la falta de responsabilidad social. Si hubiera ese sentido de responsabilidad no habrí­a necesidad de estar pensando en que el Estado sea el que por decreto fije la cantidad mí­nima. Pero ocurre que desafortunadamente no todos tienen ese sentido de responsabilidad y por ello hay que ir ajustando el salario mí­nimo cada cierto tiempo.

Los empresarios que han tenido una polí­tica salarial consecuente no pueden temer al aumento del salario mí­nimo. Empresas pequeñas que no tienen suficiente holgura económica pueden tener efectos negativos, pero la habilidad empresarial deberá servir para compensar el impacto del mayor costo de producción derivado del incremento del salario mí­nimo que debiera ser una especie de salario vital, para que permita cubrir las necesidades básicas de una familia. Vivimos en un paí­s de tremendos contrastes y de tremendas injusticias en las que hay resistencia a todo medio de compensar. Nos oponemos a pagar más impuestos para mejorar la prestación social y nos oponemos a mejorar el salario. Y así­, todaví­a queremos vivir en paz, sin entender el efecto nocivo que para el futuro del paí­s tiene esa tozudez que elimina la esperanza y la ilusión, por lo que ojalá el Presidente decida esta vez un aumento.