Uno de los primeros maestros románticos, contemporáneos de Beethoven, fue Kart María von Weber. Su principal mérito en la historia es el de considerársele como iniciador y fundador de la ópera romántica alemana y como tal, precursor de las grandes óperas románticas de Richard Wagner y de otros maestros, no solamente en Alemania, sino fuera de ella. Weber es uno de los compositores que debe figurar en las discotecas de cualquier melómano y su música sirve de marco para Casiopea, esposa dorada, alegría deshojada, luz de mi vida, sonoridad de fuente, alta estrella de mar danzante que ha hecho de mi existencia la aventura más sublime, única e irrepetible.
Del Collegium Musicum de Caracas, Venezuela
Weber fue hijo de un militar que, ya retirado, se dedicó al teatro como empresario; el padre también fue músico y director de orquesta. Weber nació durante la noche que la compañía teatral de su padre pasaba en una posada, en sus constantes viajes de ciudad en ciudad para dar sus representaciones. El lugar fue Eutin, cerca de Lübeck y la fecha, 18 de diciembre de 1786.
El padre ostentaba la partícula von, que es signo de nobleza y se hacía pasar por barón; este hecho no ha sido comprobado y es factible que el título sólo haya sido una fantasía. El asunto no tiene la menor importancia, ya que Weber hijo pasa a la historia por sus méritos artísticos y no por su origen noble o plebeyo.
Karl María creció en el teatro, respirando la vida de los escenarios, los telones, los disfraces, las representaciones. Sus inclinaciones musicales, manifestadas desde muy temprano, hicieron que el padre pensara en un “niño prodigio” y lo pusiera a estudiar. Los estudios de la música dieron buen fruto en quien ya estaba particularmente dotado, al grado de que a los doce años pudo componer su primera ópera El poder del amor y del vino.
Más tarde, cuando ya contaba dieciocho años, fue nombrado director musical del teatro de Breslau. En ese puesto tuvo éxito artístico, pero se ganó la antipatía de los músicos de la orquesta, debido a su despótica manera de tratarlos, al grado tal, que intrigaron hasta lograr que renunciara al puesto y abandonara la ciudad.
Poco después es director musical del Principado de Würtenberg. En esa corte, que ya era relajada se mezcló en turbios asuntos económicos con importantes personajes, a tal grado, que sin probársele su culpabilidad fue detenido y expulsado del principado.
Pero durante su estancia en Stuttgart, la capital, Weber había tenido éxito artístico; algunas de sus obras más importantes fueron compuestas en esa época. De estos días son la ópera Silvana, la famosa composición Invitación a la danza, algunas sinfonías y otras obras. Además, se dio a conocer como virtuoso de piano por sus excelentes interpretaciones de obras propias y ajenas.
Quiso hacer un viaje a Italia y en el camino pasó por Praga. El viaje se interrumpió y permaneció allí por más de tres años. La razón fue que se empeñó en hacer ópera alemana para sustituir la gran afición que existía por la italiana.
En este empeño tuvo varios intentos, luchas y fracasos, hasta que al fin pudo tener un triunfo definitivo con el estreno, en Berlín, de su ópera El cazador furtivo. Tuvo tanto éxito esta obra, que su nombre adquirió de inmediato prestigio internacional y conoció el grato sabor del triunfo.