El retrato inconcluso


Subió las gradas que lo condujeron al estudio donde tení­a la librera y se dirigió a buscar un libro del actual premio Nobel de Literatura que habí­a sido traducido al español y recién habí­a llegado a las librerí­as del paí­s.

Hugo Madrigal

Siempre habí­a pensado que a los Nobel los escogen muy bien para darles el premio, aunque algunos -muy pocos- han sido criticados. No como en Guatemala que muchas veces se otorga el Premio Nacional de Literatura a alguna persona que es bien cuestionada y no por una sola persona, sino que por muchos. Precisamente a él le decí­an usted debe de publicar algo sobre ese escritor que recibió el premio y no lo merece y se preguntaba para sí­ mismo: ¿Y porque no lo publican ellos que también son escritores o periodistas?

Bueno se dijo, no vamos hacer comparaciones entre el Nobel y otros premios de literatura, busco el libro y cuando lo estaba sacando, un boceto que estaba en la parte alta le llamó la atención. Lo bajó, ve se dijo, este boceto, tení­a fecha de abril de 2000 y estaba inconcluso.

Se dirigió al escritorio y se dio cuenta que desde esa fecha,- actualmente era el año 2006- no volvió a realizar sus autorretratos que era su hobby hacer desde su temprana edad cuando se dio que tení­a facilidad para pintar.

Al paso de los años dejó de pintar paisajes u otra forma de boceto que quedaba en cuadros que siempre conservó ya que era difí­cil desprenderse de ellos, pese que le regaló uno a unas monjitas y al padre Tulio Maruzzo que fue asesinado por grupos paramilitares en las décadas de los 80`s en Quiriguá, Izabal. Se los regaló a ellos porque les tení­a mucho aprecio, lo mismo al padre Vicente párroco de la iglesia de Bananera.

En una visita que realizó a México le impresionó el museo de Frida Kahlo, ella habí­a hecho de su arte un modelo de vida personal donde pintaba sus autorretratos, le quedó la idea de la famosa pintora mexicana y desde ese año, se dedicó a realizar autorretratos.

Tení­a un autorretrato que siempre le habí­a llamado la atención y el cual dio paso para un su libro. En él poní­a los pincelazos de los momentos cuando empezó a frecuentar sociedad. Fiestas y más fiestas lo habí­a titulado

Aparecí­a un rostro confuso con el ambiente que se encontraba talvez un rostro triste. Aparecí­a Miss Universe Inc. gente aplaudiendo. La misma gente, cóctel y la hipocresí­a representada por un personaje con cara de ave de rapiña.

Habí­a otro donde reflejaba la tristeza y bajeza de las personas al tratar de que el fin justificara los medios, en este retrato se escudaba con un traje de acero y una mirada hacia el cielo como pidiendo protección al ser celestial que todos llevamos como divino dentro de nuestro corazón.

Tení­a un retrato que era un mensaje donde trataba de convivir o dejar ese mundo que tení­a que enfrentar donde la gente tiene como principal trabajo destruir a su prójimo. El rostro era como incrédulo pero le habí­a agregado mucha autoridad. Tení­a escrita una parábola de Jesucristo sobre la serpiente y la paloma.

Se levantó y se dirigió a donde tení­a algunos autorretratos guardados encontró unos de hace como 20 años, lo sacó de su cuadro y le pareció muy extraño. Habí­a un como mar al fondo y estaba escrito: la sabidurí­a del océano. Tení­a una espada de samurai y decí­a Zen, recordó el tiempo que empezó a tener conocimiento del Zen japonés, culto que dice que todos los hombres creen en la divinidad, a su manera pero creen y es que el Zen le abre tantas puertas a la vida del hombre que serí­a muy bueno que en occidente se practicara con miles de personas y se aprendiera el fondo del corazón del dragón que todos llevamos muy dentro de nuestro ser. Este autorretrato tení­a una mirada alegre muy llena de positivismo.

Cada pintura tení­a una variante de diferencia de dos o tres años que marcaba el dí­a que lo habí­a hecho, era como un estudio de su persona visto a través de los bocetos que tení­a. Muchos de sus amigos habí­an tratado de poder obtener alguno, ya que decí­an que se identificaban con alguna de sus pinturas a pesar de que eran autorretratos, pero nunca lograron tal objetivo, con el tiempo dejó de enseñarlos a las personas, es más alguno que tení­a en la sala de visita lo retiró.

Le llamaron desde la planta baja. Guardó la pintura y se dio cuenta mientras baja las gradas que habí­a llegado el fin de los autorretratos, por eso es que ya no los pintaba La vida le enseñó mucho a través de esas pinturas cosas bellas y amargas que se dan en todo el vivir del hombre y con razón se dijo; ese último quedó inconcluso porque ya no hay nada que decir y gritó :»Gracias a la vida que me ha dado tanto», abajo sólo se rió la empleada que se quedó confusa con lo que el pintor dijo.