El retorno de la Fura


La compañí­a catalana La Fura del Baus (archivo La Hora).

La Fura del Baus vuelve con su «Flauta mágica» a la Opera-Bastille de Parí­s.


La compañí­a catalana La Fura del Baus está de nuevo en la Opera-Bastille de Parí­s hasta el 23 de diciembre con una reposición de su escenografí­a iconoclasta de «La flauta mágica» de Mozart que incluye modificaciones pertinentes y sobre todo la recuperación de los diálogos originales de Schikaneder.

El grupo habí­a estrenado este espectáculo en 2005 en medio de una polémica suscitada por la eliminación de las partes habladas del «singspiel» mozartiano, consideradas «estrafalarias y confusas», y su sustitución por un poema abstruso del narrador, poeta y ensayista barcelonés Rafael Argullol.

La Fura parece haber recuperado razón y modestia. Los catalanes han reintroducido lo esencial del texto de Schikaneder, que no alcanza el nivel de los libretos de Da Ponte («Don Giovanni», «Las bodas de Fí­garo», «Cosi fan Tutte») pero al menos tiene la ventaja de aclarar las diferentes etapas de esta ópera iniciática densa, en la que la pareja Tamino-Pamina supera una serie de pruebas hasta alcanzar la felicidad.

Por lo demás, esta nueva serie de representaciones permite apreciar la lectura visual de los barceloneses, que ocupan el gran escenario de la Opera-Bastille con una decena de colchones hinchables, manipulados durante casi tres horas por un ejército de hombres y mujeres con blusas blancas.

Un planteamiento sorprendente que asienta su coherencia a medida que avanza el espectáculo y los colchones se declinan como cama, muro, paredes del templo, pirámide, terreno en llamas, incluso «crisálida» translúcida de la que surge un Tamino iniciado y transformado por el amor de Pamina.

Tomado esta «Flauta» ante todo como un juego, los escenógrafos aprovechan para multiplicar experimentos -proyecciones ví­deo, juegos de luces… — unas serias y otras cómicas, para obtener imágenes a menudo de una fuerza visual que se impone.

El público recibió con entusiasmo el espectáculo, bien servido por un buen reparto dominado por la Pamina que encarna la soprano sueca Maria Bengtsson, y el Papageno tendencia «drag-queen» en la persona del barí­tono alemán Russell Braun.

El director germano Thomas Hengelbrock, al frente de la Orquesta de la Opera de Parí­s, acompaña con delicadeza -a veces excesiva- a sus cantantes, bastante alejado de las excentricidades que ofrece el escenario.