Contrasta la forma en que se ha tomado en serio el trabajo de integrar su equipo el presidente electo Otto Pérez con la forma en que procedieron varios de sus antecesores y especialmente el señor Colom, quien al día de su toma de posesión estaba terminando atropelladamente de integrar su Gabinete. Y eso es un buen índice, puesto que refleja que hay más seriedad y sentido de urgencia ante los problemas de Estado, lo que sin duda es resultado de la experiencia previa que tuvo Pérez Molina al tener tanta influencia y poder en el gobierno de Ramiro de León Carpio.
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El caso es que este nuevo gobierno que se instalará el 14 de enero tiene frente a sí, seguramente, una de las últimas oportunidades de realizar por las buenas y en paz una transformación profunda y seria de nuestro modelo político totalmente agotado. En ese sentido creo que Otto Pérez tiene una cita con la historia que resulta crucial. Todos los gobernantes que han sido electos sueñan con trascender y dejar una huella imborrable en la vida nacional y sin duda que todos quisieran que se les recuerde como se recuerda a Juan José Arévalo por las innovaciones que hizo luego de los años del oscurantismo de Ubico.
Pues ahora estamos viviendo unas circunstancias dramáticas porque el país está sufriendo de un deterioro de sus instituciones que nos coloca al borde del colapso aunque no lo percibamos de manera tan concreta. El caso es que el Estado se ha prostituido de tal manera que su principal fin parece ser el de hacer más ricos a los que se han venido enriqueciendo a la sombra de los negocios oficiales, descuidando por completo sus funciones elementales en temas como la seguridad, la justicia, la educación y la salud de los habitantes, no digamos otros campos como el de la infraestructura y la generación de oportunidades.
Pérez Molina tiene, creo yo, una ventaja que le puede servir de mucho, porque precisamente al saber cómo funcionan las intimidades del poder está demostrando que conoce tan bien las dificultades que le esperan que no pierde el tiempo para conformar su equipo de trabajo. Por supuesto que en un Gabinete siempre veremos pelos en la sopa porque es imposible quedar bien con todos y quien le parece bien a unos les cae mal a otros. Pero lo que no se puede es dejar que pase el tiempo de la transición sin tener equipos, como le pasó al inútil de Colom, puesto que el resultado es la mediocridad absoluta.
Pero por bueno que sea el equipo, si el liderazgo nacional no entiende que el sistema está cooptado por poderes ocultos que lo usan para beneficiarse de la corrupción, todo saldrá sobrando. No creo que haya reto más grande para ese gobierno que se instalará en enero que el de romper con los vicios alentados por los gobernantes que llegan a cumplirles a sus financistas sin que les importe un pepino lo que pasa con el país. Y seguramente que en las actuales condiciones, el gobernante que entienda el problema y se decida a enfrentarlo, usando todo su poder para corregir las prácticas mañosas que caracterizan la gestión pública en Guatemala, logrará pasar a la historia porque ese modelo tiene que romperse si queremos que Guatemala salga de esa mediocridad en la que nos hemos hundido.
Y los guatemaltecos tenemos que demandar cambios profundos y apoyarlos si se llegan a producir porque al fin y al cabo no está en juego únicamente el éxito de un gobierno, sino nuestra paz producto de la gobernabilidad que se derive de la transparencia y el fin de la asqueante corrupción.