El respeto hacia los demás


Uno de los valores que quizá parece estar en decadencia es esa de la amabilidad, la cortesí­a y el respeto hacia los demás.  Cuesta a veces encontrar a niños que pidan las cosas «por favor» y den las «gracias» por lo recibido.  Lo natural es quizá que los pequeños se acostumbren a pedir, exigir y reclamar sin apenas tener consideración con quienes son sus proveedores.  De esto, como padres de familia y educadores, debemos tener cuidado y prestar atención.

Eduardo Blandón

Es probable que el fundamento de las buenas maneras dependa de la manera cómo los padres conciban al ser humano y cómo ellos mismos materializan sus convicciones con el prójimo.  Es decir, si un papá considera al «otro», a la señorita de los servicios por ejemplo,  como alguien con poco valor y dignidad, es fácil que su trato con ella sea descortés y a veces abusivo.  Esto se notará no sólo en el bajo salario que le paga, sino en el trato inhumano con que se acostumbra a dirigirse a ella.

Un padre así­, nunca podrá ser un buen modelo para sus hijos.  Será abusivo con el jardinero, el mecánico, el albañil y quizá hasta con su propia esposa e hijos.  Nunca sabrá tratar con cortesí­a, respeto y sensibilidad a los otros.  Siempre serán vistos más bien como medios e instrumentos para sus propósitos, pero nunca como un fin en sí­ mismos.  ¿Cómo hacer para inculcar en los hijos un trato respetuoso hacia los demás?

A la par del ejemplo propio de los padres, es importante hacer comprender a los niños el valor de los otros.  Los demás no son nuestros empleados, siervos o esclavos, son personas con dignidad que, igual que nosotros, sienten necesidad de aprobación y afecto.  Hay que explicarles que si uno trata con cariño a las mascotas (al perro y al gato de casa), con mucha mayor razón hay que ser respetuosos y agradecidos con los demás. 

Hay que extirpar en los niños todo trato altanero con el prójimo.  Enseñarles a hablar sin elevar la voz y sin exigencias caprichosas.  Debe ponerse atención en la forma cómo se dirigen hacia las personas del servicio: pedir las cosas «por favor» y siempre, absolutamente siempre, «dar las gracias por un don recibido.  Hay que explicarles que la buena educación, lejos de rebajarnos nos enaltece y las personas que se sienten agradecidas, siempre estarán dispuestas a querernos y a volvernos a servir. 

Es también importante que nosotros como padres de familia seamos educados con los pequeños, pidamos favores con amabilidad y agradezcamos los trabajos realizados.    Por otro lado, hay que crear espacios en donde los pequeños puedan practicar la gratuidad, el respeto y la amabilidad con los otros.  Una estrategia podrí­a ser enseñarles a ser atentos con las personas que les hablan (con los interlocutores), a mirar a los ojos y a escuchar con atención.

Hay que cuidar en los niños las manifestaciones efectivas de afecto: recordar los cumpleaños, visitar a los abuelitos, atenderlos, conversar con ellos y ayudarlos cuando lo necesitan.  Se podrí­a también, cuando la oportunidad se presente, enseñarles a ser corteses: ceder el lugar en la camioneta (el bus), ayudar a los ancianos a cruzar la calle y a ser atento con los necesitados de la calle.

Las estrategias en conjunto ayudarán a los niños no sólo a tratar con humanidad a los otros, sino también a ser humanos.  Esto es quizá lo que necesite el mundo, más allá de cristianos, buenos seres humanos, personas.