El remedio para un modelo agotado


Oscar-Marroquin-2013

Hace poco tiempo era notable la resistencia de los distintos sectores a admitir que nuestro modelo político está agotado por la cooptación que de la democracia hicieron poderes que ignoran por completo el sentido de la representación popular y centran en el financiamiento (y los negocios consecuentes) el verdadero mandato que realmente priva. El pueblo no es mandante ni tiene, en consecuencia, mandatario alguno. El mandatario responde a los compromisos adquiridos con quienes le dieron recurso para hacer campaña y de esa cuenta el financista es el verdadero mandante.

Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt


Para buena parte de la población el tema no es aún relevante, por mucho que veamos que la institucionalidad va de picada, que no tenemos servicios públicos de calidad, que no hay seguridad ciudadana, que la justicia anda en trapos de cucaracha y que el negocio es lo que marca la agenda nacional. Pero cada día son más los que se dan cuenta de que hemos perdido el rumbo y por lo tanto empiezan a hablar de la refundación del Estado. El último en hacerlo fue Roberto Alejos, en su calidad de candidato presidencial, quien esta semana lanzó su propuesta que apunta a lo que podría parecer la solución más lógica: convocar a una Asamblea Nacional Constituyente para reformar la Constitución y crear un nuevo pacto social entre los guatemaltecos.
 
 Roberto conoce al detalle el quiebre institucional que sufre el país porque no sólo fue de los últimos constituyentes, sino que además ha vivido en las entrañas mismas de ese nuevo modelo de poder que se produjo por la señalada cooptación de la democracia. Y desde el punto de vista de la lógica formal, acude a la solución que han venido planteando desde hace tiempo otros que, como él, ven el deterioro de la institucionalidad del país que nos coloca en muchos sentidos como un verdadero Estado fallido.
 
 Esa lógica atribuye toda la culpa del problema a nuestra Constitución y por lo tanto reclama su reforma radical con una Constituyente que, convertida en poder soberano del pueblo, sea capaz de refundar el Estado. En teoría, la propuesta parece irresistible porque si en algo hay que coincidir es que como Nación no hemos encontrado el Norte; no es que lo hayamos perdido, realmente, sino que nunca lo hemos tenido y no logramos estructurar consensos que nos permitan identificarlo.
 
 Pero, como siempre hay un pelo en la sopa, la propuesta se vuelve terrible cuando vemos que quienes tendrían que proponer candidatos para integrar la Constituyente en la próxima elección general serían los mismos partidos políticos que ahora tienen representación parlamentaria y que los mismos electores que mandan a esos caciques buenos para nada a legislar, serían quienes tendrían que elegir a los diputados constituyentes encargados de refundar la República.
 
 No encuentro razones para suponer que una Constituyente electa así vaya a ser radicalmente distinta a nuestro actual Congreso. Y me aterra pensar que el poder soberano del pueblo sea delegado a esa calaña de dirigentes porque creo que el remedio sería, aunque parezca imposible, aún peor que la enfermedad.
 Menudo lío en el que estamos metidos.